CAPÍTULO XIX (parte 4)

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Daniel observó a su pequeño alumno hacer el movimiento calculadamente bien, para luego mirar sobre su hombro hacia la bestia durmiente que llamaba la atención en el área donde la mayoría de las madres esperaba por los niños.

Su hermana estaba sentada en una de las sillas pegadas a la pared. Tenía una postura que la dejaba pesimamente sentada, pero aparentemente resultaba más cómoda para dormir; su rostro estaba cubierto por la mitad gracias a unas gigantescas gafas de sol; y sus brazos estaban cruzados al pecho tratando de mantener su precario equilibrio, ayudados por sus pies fieramente apoyados en el suelo en unas converse rosa fosforescente, que hacían juego con su sudadera. Dios, es que no le parecía poca la atención que ya llamaba por si sola, todavía se atrevía a vestir esos colores.

Afortunadamente y de una manera que todavía no lograba comprender, Violeta se había ganado hacía mucho el cariño del su jefe y sensei, quien era conocido por ser tan emotivo como una piedra. Aun así, a ella le sonreía como si fuese un unicornio bajo el arcoíris. Razón por la que no le molestaba en absoluto que estuviera dando semejante espectáculo entre los estudiantes...

Tras despedir a su grupo, y dar las últimas indicaciones para la siguiente clase, el Profeta fue a conseguir algo de agua entre sus pertenencias, todavía tratando de decidir si la bebería o se la arrojaría para despertarla.

-Quedarás muy mal si lo haces...-. La voz de Esteban salió en medio de una sonrisa divertida. Su amigo le conocía lo suficiente para adivinar sus pensamientos. -Romperías el corazón de más de una...-. Al ver la mueca que le hizo, prosiguió. -Ya sabes, el perfecto caballero no tira agua sobre las damas. Además, ella tiene un terrible despertar...-. Esta vez su tono fue más privado a propósito...

La mirada de Daniel se volvió afilada a grados peligrosos ante ese pequeño e inocente consejo, que había sonado demasiado personal para su gusto. Luego surgió la idea de que si su hermana se hubiese fijado en su amigo, tal vez no estaría tan preocupado por las opciones que ahora tenía. Violeta había pasado la noche de nuevo llorando, y aunque se justificó diciendo que era por lo de sus padres, y él estaba seguro que en gran medida así era; también estaba consciente de que su estado de ánimo cambió drásticamente luego de su plática con los ángeles.

-¿Por qué nunca la invitaste a salir?

La pregunta pareció desconcertar un poco a su amigo, que miro de un hermano a otro como si le acabará de decir que en realidad venían de Marte.

-Bueno...-. Dijo observando evaluativamente al objeto de su discusión. Tuvo que aguantar las ganas de reírse por la pinta que tenía. -Todavía no es muy tarde para probar...-. Apenas las palabras salieron de sus labios, los ojos de Daniel volvieron a ser como dos proyectiles en su contra. Esta vez no aguantó las carcajadas. -Relájate hombre, la verdad es que aunque tu hermana es bonita, pues no lo sé, nunca me interesé más allá por ella. No pensé que eso también te molestará. O quieres que salgan con ella o no, necesitas decidirte por una...

El Profeta entrecerró los ojos hacia su amigo, y después se giró otra vez en dirección a la exorcista, volviendo a tomar un trago de la botella en sus manos.

Para Esteban la respuesta había sido de lo más normal, sin embargo, eso le hizo recordar a él la situación que vivían antes de que Leo se mostrará ante ellos. Había estado matando a los ángeles tipo cupido que se acercaban a Violeta, para evitar que se enamorara. ¿Por qué? Ese era todavía uno de los grandes misterios por resolver, ya que aunque el ángel alegaba que se parecía a alguien a quien una vez amó, no albergaba sentimientos semejantes por ella.

Irónicamente David no pareció necesitar esa magia, mientras que Damon había sido flechado.

-Creo que me gustaría que fuera monja...-. Respondió con un suspiro resignado

ALMA MIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora