CAPITULO XIII (parte 4)

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Daniel agachó la mirada tratando de ocultar el brillo sobrenatural de sus ojos al conductor. Todavía tenía la línea abierta con sus celestiales informantes, y aunque corría el riesgo de llamar la atención con ese extraño efecto en su mirada, no quería arriesgarse a perder el control que había acatado sobre sus poderes. Menos aún con lo que estaba pasando.

-Lamento mucho el aroma...-. Le dijo el hombre mirándolo levemente por el retrovisor. -Una chica derramó su perfume hace un par de horas, pero aún no he podido deshacerme de el. Si le molesta, puedo parar más adelante. No le cobraré.

Un gesto socarrón meneo la cabeza del Profeta en negativa diversión.

Esa femenina esencia que estaba penetrada en el auto, era justo la causa por la que los Serafines le habían hecho abordarlo. Con los sentidos mega desarrollados de Pandora, no hubiese representado ningún problema para ella localizarlo; sin embargo, con esto su rastro quedaba convenientemente cubierto.

-Está bien, no hay ningún problema...-. Respondió sin apartar la vista de la calle, rogando por que el cristal le hiciera creer a cualquiera que le mirara los ojos, era solo un efecto reflectante de luces

-Bien, en ese caso ¿A dónde lo llevo?

Esa de hecho era una muy buena pregunta. Daniel se había subido solo porque era su mejor oportunidad de escape, pero a ciencia cierta, la verdad es que no tenía ni idea de que hacer a continuación.

Suponía que la vampiresa y el ángel no tardarían en comenzar a buscarlo, sino es que ya lo estaban, a la par que los templarios; en consecuencia Eric Morgan pronto lo sabría, y entonces, ya fuera que se lo decía a su hermana o no, cual fuera el caso, las posibilidades a partir de esto se volvían infinitas. Afortunadamente, era justo para este tipo de situaciones que sus poderes eran de gran ayuda.

Haciendo la misma pregunta que había recibido, pero mentalmente al primer coro de ángeles, se mantuvo atento para captar la respuesta correcta entre el mar de lenguas que todavía no conocía... y probablemente nunca haría.

"El hospital" Esas dos palabras cayeron sobre sus pensamientos con mayor peso que las demás. Le costó un par de segundos hilar sus ideas, y dar con la correcta.

-Pues a decir verdad, no sé exactamente la ubicación; pero es un viejo hospital...-. Dudo de su habilidad para distinguir entre presente, pasado y futuro; y después se arriesgó. Tampoco le quedaban muchas alternativas. -Abandonado...-. Terminó con casual seguridad. Era imposible que siguiera en funcionamiento con semejante estado en sus paredes

-¿Te refieres al Centro Psiquiátrico Linde?-. Terror puro enmarco el rostro del conductor

Pocas, muy pocas veces había escuchado ese nombre antes, pero para Daniel era uno que estaba ligado a su pasado, y escucharlo de la boca de ese hombre en ese preciso instante, fue igual que recibir un golpe bajo.

¿Por qué no lo había pensado antes, por qué no se le ocurrió que ese debía ser el lugar que le mostraron sus profecías? Era simple. Se suponía que ese sitio había sido vendido, y seguía en perfecto funcionamiento como una fábrica de a saber qué... incluso el dinero de la venta de esa propiedad, había quedado registrado entre los fondos como parte de la herencia de su hermana, y hasta la que le otorgó a él Eleonor.

Eso no tenía ningún sentido.

-Si...-. Respondió tratando de mantener la calma, para no tomar una sombra del destino por error

-¿Estás seguro? Mira, yo sé que su fama de sitio embrujado llama la atención; pero no es un juego sabes...-. El color de la piel del hombre bajo al menos tres tonos, y pronto una hoja de papel habría parecido más saludable que el cenizo de sus mejillas. -Yo, yo lo he escuchado...-. Se removió incómodo mientras tragaba saliva, y esperaba a que el rojo en el semáforo cambiara. -Los lamentos desesperados, esos gritos que te erizan el cabello y no te dejan dormir por varias noches, nunca se detienen, siempre siempre se escuchan y...

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