CAPÍTULO XIX (parte 3)

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Al otro lado del mundo, sumido varios metros bajo tierra, entre la penumbra de la tenue luz que le brindaba el limitado brillo de su flecha, Leo caminaba con la vista fija entre los pasillos colmados de libros, en una biblioteca inexistente para la mayoría de los registros humanos.

No estaba muy seguro de si encontraría lo que estaba buscando, pero dado que acababa de perder el alma de Gabriel, lo que le hacía imposible abrir puertas por su cuenta tanto al plano celestial como infernal; y no podía arriesgarse a entrar con ayuda de alguien más, la opción más práctica para ejecutar, era justo la que estaba haciendo.

Sí, definitivamente había otras muchas cosas que podía hacer, su red de aliados se extendía más de lo que seguramente sus perseguidores suponían, y estaba bastante seguro de que todos podían darle información sobre el objeto de su tremenda irritación... por no decir pánico... en ese momento; pero también estaba completamente consciente que ya había escuchado lo que sea que pudieran decir, y que no eran noticias demasiado alentadoras ya que en su mayoría, acababan de quedar totalmente descartadas con la presencia de "ese" demonio en la tierra. Más exactamente, en el plano mortal y con un maldito cuerpo físico humano.

El ángel sentía que su cordura se sacudía con la misma intensidad que las sombras a su alrededor, mientras que hacía notas mentales de todo lo que recordaba a una velocidad vertiginosa. Recapitular cada detalle de lo que sabía solo lograba ponerlo más nervioso.

¿Cómo no se había dado cuenta? Bueno, porque no era lógico que "él" estuviese libre... pero todavía no estaba confirmado, lo que le permitía seguir respirando. La idea en general le hizo soltar una risa nerviosa entre dientes, sin aminorar el paso. Todavía le faltaba para llegar a donde quería.

Era curioso cómo hasta hace poco había estado barajando la idea de tal identidad sin sentir el menor disturbio por ello; sin embargo, ahora que la balanza de probabilidades a favor rayaban casi en certeza, ya no le parecía tan agradable.

A pesar de haberle dado vueltas a la idea, no solo en este tiempo, sino que en el pasado también; no lo tenía considerado como algo que pudiera pasar, porque era imposible. Lo había investigado detalladamente, a decir verdad, lo habían investigado los dos, y "ella" estaba segura que no podían traer a ese demonio a este plano, porque de hecho, lo intentó... lo intentaron. Tenerlo a su disposición hubiese hecho las cosas mucho más simples. No pudieron. Pero de nuevo, se suponía que era imposible.

Por supuesto, años atrás, cuando trataron de invocar al susodicho, jamás consideraron a Alicia en la ecuación, porque para ser honestos, pues todavía ni nacía. Pero claro, esa bruja desde muy pequeña demostró tener un talento natural para lograr lo que otros no hubieran podido siquiera imaginar; y si a eso le sumaba la unión que tenía con el engendro... habían sido una mancuerna perfecta... casi a decir verdad; al final murieron por un descuido tonto y emocional.

Por otro lado, a pesar de que todo se encaminaba en esa dirección, que precisamente ellos hubiesen recurrido a invocarlo a "él" era un tanto macabro. Especialmente si lo trajeron para proteger a su hija. Unos padres normales dudan de las niñeras que contratan, y ellos van y le sueltan no solo la vida entera sino también el alma de su único bebé, a un demonio que era el mal encarnado.

No parecía lo más sensato, pero si lo más adecuado dada la situación. Lo aceptaba. Pero de todos modos lucía como un riesgo demasiado alto para tomar por parte de ese par, si tomaba en cuenta lo extremadamente cuidadosos que habían sido toda su vida, y más con la llegada de Violeta. Aunque ya que estaba, tal vez no había sido una apuesta tan loca, si como un buen padre te inclinarás a pensar que tu hija tendría el encanto suficiente para conquistar el mundo ¿Por qué no podría entonces con un caído peligroso?

ALMA MIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora