Violeta apretó la mano en un puño, pero se detuvo a un centímetro antes de aterrizarlo contra la puerta. Tenía las palmas sudadas, su talón sano no paraba de repiquetear en el suelo, todavía le dolía la cabeza, y el corazón estaba agitado a causa de su nerviosismo tanto por lo que iba a hacer, como por la presencia de David, a pesar de que no podía verlo; en resumen, no estaba cómoda presentándose de vuelta en el departamento de Gabriel tan pronto, pero no pudo hacer nada para evitarlo.
La atraía más que la fuerza de la gravedad.
El vínculo con su segundo pilar que Leo había bloqueado al encerrarlo en aquella daga, y llevándoselo consigo, ahora finalmente estaba libre en su sitio; por eso, con cada latido del corazón, la exorcista podía notar la delgada línea que separaba sus recuerdos de los del nefilim, además de saber cosas de las que antes no tenía ni idea, gracias a todas las memorias que su amigo le dio antes de marcharse aquella noche, sin saber que sería parte de sus últimos momentos con vida.
Y esa, justamente, era la razón por la que se encontraba allí. No tanto para recuperarlo, aunque las manos le picaban por tenerlo de vuelta; sino para hablar con la vampiresa. El tiempo se movía con lentitud en lo referente a cuanto había explorado Violeta de los conocimientos de Gabriel, pero no tenía gobierno alguno sobre la profundidad de sus sentimientos; y el amor que sentía por Pandora, la estaba ahogando por el dolor que había visto en los ojos de ella al encontrarlo.
Así que la última descendiente de Salomón inspiró profundamente e intentó de nuevo llamar a la puerta, y de nuevo se quedó a nada de alcanzarla; solo que esta vez de todos modos se abrió, haciendo que finalmente su corazón diera un traspié y se detuviera.
Si bien la belleza de Mirza era simple y sencillamente espectacular, tenía una frialdad innata que debido a su clase era imposible de matizar. Cada gesto era calculado para seducir, la cadencia de su voz hechizaba, y hasta el más mínimo de sus movimientos poseía una fría elegancia que hacía evidente la falta de humanidad... si es que no caías antes en la trampa.
Por el contrario, a pesar del atuendo tan holgado, la belleza de Pandora tenía una gracia cálida que chocaba contra su perfección, y te invitaba a sentirte cómodo en su presencia. La sombra de la mujer que alguna vez fue, de solo sangre y huesos, seguía sobre ella volviéndola accesible de una manera que la súcubo nunca podría imitar; aun así, también estaba claro que cual diamante en bruto, sus bordes habían tenido que ser afilados para llegar a la excelencia que ahora presumía. Una excelencia mortal que no hizo nada por aminorar los sentimientos que afloraron en Violeta por ella.
Respeto, admiración, orgullo. No solo por el hombre en que había convertido a Gabriel al educarlo, sino por la historia de su pasado que ahora conocía. Nadie se merecía tanto dolor, y probablemente muy pocos le sobrevivían con tal fortaleza.
-Hola...-. Dijo finalmente sacudiendo los dedos del puño que tenía cerrado para remarcar su saludo, al tiempo que el corazón le volvía a la danza frenética...
Pandora hizo ese gesto tan natural en ella como un pajarillo curioso por lo encontrado, luego entrecerró los ojos con una perspicacia que levantó todas las alarmas de pánico en la exorcista, y finalmente se dio media vuelta para volver al interior del departamento sin una sola palabra. Violeta decidió seguirla a pesar de los gritos de su instinto de supervivencia por que corriera en dirección contraria.
Llevaba el cabello húmedo, y vestía una sudadera demasiado grande para su complexión. Ropa que Violeta reconoció al instante como propiedad de Gabriel. Se detuvo en la cocina y comenzó a remover entre varios artículos sin volver a prestarle más atención.
La exorcista se sentó en un taburete mordiéndose la mejilla izquierda por los nervios, a la vez que dejaba la mochila que colgaba sobre su espalda con un cuidado especial en el asiento a su lado, notando como el aire a su alrededor comenzaba a adquirir una temperatura cálida y agradable que chocaba contra el frío antinatural que hacía en el departamento. Sabía que esa era cosa de Joel, que la esperaba afuera, ya que con el caos interno que ella tenía, lo más que podía aspirar a lograr era un tornado.