Leo estaba parado en el alfiz de un viejo edificio del centro de la ciudad, del cual tenía una vista privilegiada de la comisaría; pero sin necesidad de enfrentar los sellos que rodeaban el lugar. Francamente, a los templarios solo les faltaba ponerse chalecos fluorescentes estilo trabajadores de aeropuerto, para completar su discreta manera de trabajar... aunque probablemente ese era su punto.
Eric Morgan era un tipo bastante peculiar. Lo había estado vigilando de un tiempo a la fecha, por la posición que tenía entre los Templarios, y su espantosa manera de meter la nariz en donde nadie le llamaba (Él y Susan LeBlanc parecían tener eso en común; un maldito instinto para actos sobrenaturales). Además, por supuesto sospechaba que tarde o temprano su camino se cruzaría con Violeta, dada la relación que tenía su organización con Alicia. Habría esperado que fuera más tarde, pero aparentemente no puedes tener todo lo que deseas. Una pena.
Al detective le gustaba llevar la bandera en alto, y dejar una firma bastante clara sobre lo que hacía. Vamos, que no quedaran dudas de quién era el responsable. Podía sacar una conclusión rápida y decir que tenía un ego demasiado crecido; pero a Leo le parecía que se trataba de algo más, porque el tipo hacía bien su trabajo, nunca menospreciaba a nadie, y a pesar de su actitud, siempre era justo con los que le rodeaban.
Así que en general, este teatral desplazamiento de tropas, al ángel cruel se le figuraba más bien una declaración alta y clara, de que Violeta Cábala, última descendiente de Salomón, ahora contaba con todo el apoyo por parte de los Templarios. Era una lástima que a la Inquisición le importara poco, ya que se sentían los elegidos al tener de su lado ángeles... que no tenían las mejores intenciones, bueno, eso ya era otro asunto...
A final de cuentas, lo cierto es que todo eso era simplemente una manera de pasar el rato. Analizar tales cosas podía ser de ayuda, pero en el plan del día no le afectaba demasiado si querían rendir pleitesía a la exorcista; después de todo, el asunto no era con ella. Por otra parte, Daniel y Pandora estaban en la lista negra.
Cual fuera el caso, mientras Arial se hacía cargo de sus asuntos, él solo estaba allí perdiendo el tiempo con una vigilancia poco exitosa. Lo único que realmente había logrado captar en su estadía, era que Luc se estaba volviendo mucho mejor en su truquito de mago, pues sin importar cuanto esfuerzo puso en ver al semidemonio y a Violeta, a los únicos que logró captar fueron a los detectives Morgan y LeBlanc, a pesar de que estaban en la misma camioneta. De haber sabido que el mocoso se volvería tan bueno, se lo hubiera quedado.
Entonces todo sucedió muy rápido.
Algo en el viento pasó sobre él igual a una ola furiosa del mar tratando de ahogarlo, dejándole un sabor ácido en la boca, y una sensación de sudor helado por la piel. Luego, como si una copa se rompiera en su interior, el crack sacudió cada parte de su cuerpo haciéndolo estremecer por la sorpresa, y después tensionarse por el desafío. De todo lo que pudo imaginar que ocurriría ese día, lo que menos se estaba esperando era un intruso en su territorio. Se suponía que tendría visitas, pero no intrusos.
Ignorando por completo el blanco de sus miradas, Leo extendió sus alas en un reflejo deslumbrante de plumas tocadas por el brillo del sol. Su sello se trazó bajo sus pies en tonos similares, y al siguiente segundo ya se encontraba en cielo abierto frente al viejo hospital.
Su mandíbula se apretó haciendo que su rostro normalmente relajado, se transformara en el eco de la crueldad que se escondía en su interior. El sello que habían dejado para que se activará si alguien usaba poderes sobrenaturales, estaba completamente desplegado alrededor de la propiedad; no era exactamente eso lo que le sentó tan mal, sino la casualidad de que ocurriera justo en ese momento.