Cual comando militar en plena misión, los inquisidores avanzaban a través del bosque vestidos con trajes especiales para el camuflaje.
Esta vez no había disfraces estrafalarios que acentuarán el dramatismo en su manera de proceder, tampoco movimientos torpes innecesarios, ni aperturas confiadas en su ataque a causa de excesiva confianza. No, esto era vida o muerte contra un demonio capaz de desatar el apocalipsis según las palabras del ángel que los acompañaba; así que no estaban dispuestos a cometer errores cuando ganar significaba alterar el curso de la historia, y traer una segunda salvación en la decadencia de la humanidad.
No serían héroes. Serían leyendas.
Por su parte, todavía sentado al lado de la flecha de Leo, mirando como el equipo se acercaba cada vez más, Damon pensaba tranquilamente cuál sería el mejor modo de proceder. No podía negar que quería torturarlos con especial atención, debido a su estúpida osadía para usar la sangre de Violeta; sangre que le habían drenado en contra de su voluntad, cual cordero en sacrificio... de acuerdo, tal vez no eran ganas de torturarlos, sino de matarlos en una forma única y especial, adecuada para su insuperable estupidez.
La maldad propia de su estatus fluyó a través del ambiente, sacudiendo la flora y fauna que intentaron escapar a su paso. De pronto el silencio se instaló a su alrededor, dejando como sonidos de fondo solo aquellos provenientes de sus enemigos, in crescendo conforme la distancia que les separaba se reducía.
Sin embargo, luego de dejar que sus instintos más bajos se arrastraran a la superficie, tuvo que suspirar resignado al traerlos de vuelta a su prisión, mientras que con ello desechaba también sus alas. Tenía que calmarse un poco, o de lo contrario, sus planes no verían la luz del día. Y aunque cabía la posibilidad de que estuviera a punto de cometer suicidio, no podía arriesgarse a perder la perfecta oportunidad que le estaban brindando... pero, eso no significaba que tuviera que cooperar de buena gana.
La llamarada salió de su mano como un rayo en medio de la tormenta, en un azul eléctrico tan mágico e imposible como el de sus ojos cuando aparentaba ser humano; y con el mismo rugido de un león antes de lanzarse a su presa. Era como si la misma tierra se hubiese partido al sentir su presencia. No obstante, antes de que llegara hasta el que parecía ser su objetivo principal, el poder se desvió en una dirección inesperada, marcando una línea frente a unos visitantes más salvajes pero menos hostiles que los humanos. Los únicos que se habían quedado aun sintiendo el peligro en su pelaje.
A pesar de ser de día, el bosque entero se iluminó e hizo danzar las sombras de los espectadores involuntarios de aquel encuentro mientras el suelo se volvía cenizas frente a sus ojos. El lobo al frente de la pequeña manada se inclinó ligeramente en sus patas delanteras olfateando el aire con un gruñido cauteloso, para después marcharse con el resto de sus compañeros en una carrera.
Al demonio le pareció una graciosa ironía encontrarse con ellos justo en ese instante. No era una casualidad, lo supo en cuanto se percató de su casi nula y perfectamente oculta presencia; pero definitivamente fue interesante verlos después de la conversación que había tenido con Violeta. Lo que esos animales representaban... no esos exactamente, aunque la especie era la misma.
Entonces un silbido cortando el viento le hizo centrar su atención en otro lugar.
Un pequeño destello metálico se acercaba hasta donde estaba en la misma cadencia que la lluvia, lo que hizo que una mueca caprichosa de desagrado arrugara su entrecejo. Él odiaba la lluvia. Las balas en cambio, no le mortificaban demasiado.
Con un movimiento de su mano, la guadaña cortó de tajo la trayectoria de los proyectiles, disparando su camino en distintas direcciones a su lado. Si llegaban a impactar el escudo sobre el complejo, el tercer pilar se daría cuenta de la batalla, y no quería que eso ocurriera. Después se giró para cortar en dos la invocación que estaba a punto de saltar sobre su espalda.
Parecía un hellhound. Tamaño, color, garras, fauces; pero el círculo mágico que bordeaba su ojo delataba su verdadera posición. Aunque no fue eso lo que hizo al demonio mirarlo con recelo, sino la memoria que desató; era exactamente igual a aquellos que enfrentó la primera vez que decidió actuar en contra de Leo, la noche en el museo... la noche que Violeta finalmente lo encontró.
El recuerdo hizo que su sonrisa se ampliara salvaje en sus labios. Parecía que este día, las memorias estaban directamente ligadas al primer encuentro formal que tuvieron; primero los lobos, ahora las invocaciones ¿Sería acaso un presagio al final que le esperaba? Había escuchado como los humanos decían que veían su vida pasar frente a sus ojos antes de su muerte, esos momentos importantes que marcaron su existencia. Bueno, los suyos se reducían a ella, lo que debía ser importante, si tomaba en cuenta la cantidad ridícula de tiempo que había pasado desde su creación.
Eludiendo otras tres invocaciones, aunque con apariencias distorsionadas de la primera versión, el demonio pensó seriamente al respecto.
Podían existir libros relatando sus hazañas, y el mundo entero ser consciente de la mayoría de sus pecados. Tenía mil versiones de historias que protagonizaba, y cuentos de terror inspirados en su nombre... también los había de amor y obsesión; de amistad y de traición...
Pero eran sus momentos compartidos con la última descendiente de Salomón los que hacían mella en su consciente, cuando algo atravesó su cuerpo en el lado derecho de su torso, haciéndole sentir un profundo calor doloroso, donde la piel perforada hervía siendo consumida poco a poco.
Una maldición escapó de los labios de Damon en reacción, y al tratar de ajustar su postura para seguir con la pelea, el pinchazo proveniente de la herida lo hizo perder por completo el balance, sacudiendo hasta su espíritu. No es que nunca antes hubiese sido dañado, pero eso era diferente a todo lo que conocía... y era un caído, él sabía de peleas y torturas. Aunque no fue hasta el segundo impacto que recibió que lo entendió.
La sangre de Violeta se extendió por su sistema como las raíces de su árbol de la muerte, aturdiendo sus sentidos. No los estaban anulando, y pelear contra humanos por más poderosos que fueran, o incluso brujos experimentados, todavía sería sencillo siendo quien era; pero si se dejaba ir en sus emociones, no quedaría mucho por hacer con sus planes.
En un rápido recuento de los hechos, el demonio miró a su alrededor inspeccionando la zona donde el escudo de Luc seguía intacto, para después fijarse en los inquisidores. Ni siquiera se había percatado de la baja en sus filas por estar pensando en la exorcista. Los cuerpos mutilados rodeados en su sangre, o los gritos de desesperación que proferían los vivos por someterlo. Como hormigas sin una línea que seguir, corriendo de un lado a otro, ladrando órdenes, cantando rezos...
Pequeñas cosas insignificantes, ni siquiera con tal poder en sus manos eran capaces de detenerlo...
Así que se rindió.
Él, el poderoso demonio, rey en el infierno, representante de pecados capitales, y poseedor de vastas legiones, inclinó la cabeza por amor.
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Lo se muy corto, pero es solo como una explicación necesaria para lo que llega *-* Nos leemos pronto con más ;3