Estaba intentando ser valiente, tomarse las cosas como simples verdades, tipo el sol sale luego se esconde y la luna llega... esas son las entradas al paraíso y al infierno, existen cuatro estaciones al año... normal, todo normal.
-¡Mierda!-. Soltó con voz ronca gracias a que su garganta era un desierto. -¡No me jodas!-. Pero allí estaba, ese aterrador nerviosismo que cualquier ser humano común y corriente sentía en situaciones de riesgo, aflojándole la lengua en su retahíla más elegante de maldiciones. Igual que cuando Joel la había encontrado dormida en la Iglesia. -¡Por la p...!
-Mi Señora...-. La mano de Luc le tapó la boca, y Violeta pudo jurar que escuchó su propio nerviosismo mezclado con diversión... pero es que eso no tenía pizca de gracia.
¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Cómo reaccionar ante algo así? Seguramente cualquier cosa habría estado mejor que ponerse a gritar malas palabras. La Arcángel en cambio ignoró esa parte a consciencia... o quizás lo registraría para el día del juicio final, lo que le mandó un escalofrío de terror a la exorcista, al mismo tiempo que ahogaba una carcajada.
Todo era tan imposible que no se podía pasar por alto lo irrisorio. Por supuesto, recientemente ella había descubierto que la palabra "imposible" debía sustituirla por "improbable".
Al final, todavía con la cabeza dando vueltas, el martilleo de su corazón en sus oídos, y el estómago haciendo estragos en su lengua, logró levantar la mano para dar un ligero golpecito sobre la de su pilar. Malas palabras descartadas.
-Lo siento...-. Su aliento era casi nulo, pero no se quejó del milagro de su voz saliendo por sus labios
-No eres la primera con una reacción así de notoria...-. Respondió Uriel sin modificar ni un ápice su gesto
Los ojos de Violeta se abrieron aún más, y sintió como la una risa histérica araño su camino por salir. Logró contenerla solo por el apretón que le dio el semidemonio; hasta ese momento, no se había percatado de que una de sus manos la tenía abrazada por la cintura, y la otra le sujetaba una mano. Como si tuviera miedo de perderla.
-¿Por qué nos ha traído aquí a los dos?-. Luc miró de un lado a otro, y de nuevo se enfocó en la Arcángel. La tensión hacía que su cuerpo doliera, pero se negaba a mostrarse inseguro cuando Violeta a duras penas podía manejar lo que veía; no la culpaba, era joven y hasta hacía poco ni siquiera esperaba que todo esto fuese real... él por otro lado... era también joven, pero al menos había nacido para esperar por esto...
-Como dije, tenemos poco tiempo, así que seré directa.-. Ya no quedaba nada humano en Uriel; si bien su apariencia podía pasar por el de una mujer, lo cierto es que al verla, quitando ese destello solar inusual que ninguna persona podría poseer, sus facciones, sus gestos, sus movimientos, su voz, nada, absolutamente nada era humano. Todo era un borde filoso de perfección pulida, que el sello en aquellos seres sobrenaturales que vagaban en la tierra, ocultaban a la par que sus nombres. -La batalla que están librando, podría terminar por desatar el apocalipsis; no obstante, ni nosotros en el cielo, ni aquellos en las profundidades del infierno, podemos intervenir. Existen leyes que el perpetrador ha logrado utilizar a su favor, y si desatamos nuestro poder para detenerlo, solo adelantaríamos el final que busca...
-Pero nos estás ayudando ahora mismo...-. El pilar trataba de conectar lo que conocía... de encontrar la lógica
-Es mi deber establecer a los Guardianes. A falta de uno, debía nombrar a otro...-. Violeta ahogo un jadeo, pero eso no detuvo a Uriel. -Pero les he traído a ambos, porque quería que Violeta viera lo que está en juego...-. Ante el sonido de su nombre, una sacudida hizo vibrar el cerebro en su cráneo, mandando algo de orden a la locura de sus neuronas. Si, los nombres tenían poder sobre sus poseedores