Violeta apretó el celular en su mano con más fuerza de la necesaria, para poder evitar modificar la expresión de su rostro; se suponía que debía mantener la mente fría, pero con todo lo que estaba pasando le resultaba un tanto complicado. Aun así, respiró profundamente, contuvo la explosión de sentimientos en su interior, y se centró en el demonio que caminaba frente a ella.
No tenía tiempo que perder, así que si él estaba allí para delatarla o decirle que había sido descubierta, la verdad es que no le interesaba. Por supuesto, con seres como ellos nada es tan fácil como suponer...
-Yo puedo ayudarte con tu problema...-. Expresó el demonio con ese ronco sonido que tenía por voz
Algunas mujeres que pasaban por allí, casi tuvieron un orgasmo al escucharlo hablar. Era la versión real de la fantasía del hombre malo y seductor vestido de cuero, y con cicatrices que probaban sus métodos rudos.
Sin embargo, la exorcista miró más allá de él, luego en sus alrededores, y finalmente levantó la barbilla para poder mirarlo a los ojos. Podía notar el rojo a través del cristal oscuro de sus lentes...
-¿Cómo?-. La sospecha y la sorpresa se mezclaron peligrosamente, pero se mantuvieron a raya en un férreo control.
Entonces una risa como el canto de una sirena, tuvo el mismo efecto afrodisiaco en los hombres que el que instantes atrás sufrieron las mujeres. La súcubo hizo un movimiento inadvertido que la dejó colocarse un paso adelante de la exorcista; no es que estuviera preparándose para un ataque, pero tampoco dejó su guardia baja. En el frente de batalla ella era el escudo, y aunque trabajaba con Azahín, eso nada tenía que ver con su lealtad...
-¿Y qué quieres a cambio?-. Preguntó Mirza. Ellos nunca, jamás, hacían favores...
-Puede que sepa en dónde está el Profeta...-. Soltó a la primera pregunta. Una mueca satisfecha estiró la comisura de sus labios, emanando calor a pesar de la brisa otoñal. Su naturaleza expuesta atrayendo almas como abejas a la miel. -En cuanto a lo otro, es una cosita de nada. Quiero tu palabra de que no intentarás volverme tu pilar, ni a ninguno de mis demonios...-. Terminó centrándose en la primer pilar. Una perdida que no admitiría en voz alta, ya que hasta antes había sido su mano derecha... todavía lo era, pero también resultaba evidente que lo traicionaría sin tapujos si necesitaba elegir
-Pensé que eso ya lo habíamos dejado claro...-. Violeta frunció el entrecejo, mientras meditaba seriamente la solicitud, y el puede en la oración... no le servía de mucho, pero era lo mejor que tenía hasta el momento sobre el tic tac del reloj...
-Dame tu palabra exorcista, sino, siempre puedo marcharme por donde vine. Ya sabes, de un lindo parque donde una vez hubo una casa...-. Se encogió de hombros como si tal la cosa
Violeta se dio una palmada mental, y esperaba fervientemente que la patada en el trasero que pensó para su pilar, le hubiese llegado a través del vínculo. Si si, muy ocultas que habían estado; ahora solo faltaba que llegaran Damon y David... aun así, tampoco creía que tardaran mucho en descubrirla, por lo que no le costó gran cosa tomar una decisión. Además, lo que pedía en realidad si era cosa de nada.
-La tienes. No te convertiré en mi pilar ni tomaré a ninguno de los demonios que trabajan bajo tu nombre...-. Tal vez pecaba de orgullosa, pero si Damon mismo se había inclinado ante ella, esta promesa en realidad era solo un grano de arena en la inmensidad de la playa. -Ahora dime dónde está mi hermano, o créeme que empezaras a suplicar por llamarte mío...
El íncubo se echó hacia atrás por el impacto que recibió. No habría querido reaccionar tan notoriamente, pero tanto las palabras que escuchó como la forma en que las dijo, eran algo que ciertamente no esperaba. No se trataba de una amenaza, ni siquiera parecía molesta por tener que hacer una promesa a cambio de su ayuda; ella simplemente dejaba claro lo que pasaría... ¿Dónde estaba la niñita que necesitaba ser cuidada? Oh ella estaba allí, justo frente a sus ojos, solo que ahora realmente la estaba mirando...