CAPITULO VIII (parte 4)

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Mika apareció sobre el edificio que ahora pertenecía a Pandora, e igual que había hecho Damon cuando regresó del mismo lugar, se sacudió de pies a cabeza, incluidas las alas, para tratar de quitarse la arena que cubría al completo su diminuto cuerpo.

Por supuesto que había quedado atrapado en una tormenta, ese sitio siempre tenía tormentas; era la manera más segura de mantener a los humanos lejos, él mismo había hecho ese mandato. Desgraciadamente, en ese momento eso era lo más irrelevante de todo.

La prisión estaba vacía.

Por un instante, sus alas vibraron con el destello esmeralda que evocaba su sello, y la presión en el ambiente se modificó tensándose como una cuerda a punto de romperse; sin embargo, el pequeño tomó de inmediato las riendas de su autocontrol, y reprimió el poder contenido bajo su nombre. No podía simplemente explotar su frustración, pero eso no significaba que debía quedarse quieto como estatua.

Con movimientos que delataban su edad real, el ángel uso las migajas de fuerza que se había permitido dejar libre en el plano mortal para deshacerse la tierra que lo cubría; al tiempo que ocultaba sus alas. Debía pensar seriamente como abordaría la situación actual, tanto en cuestiones divinas, como con la vampiresa. Personalmente, le angustiaba mucho más la última, razón por la que llegara primero a ese sitio en específico.

La tarde anterior se había puesto de acuerdo con Daniel y ella para hablar por la noche; pero luego de que Pandora observara el círculo mágico que representaba a Gabriel, ser utilizado por Violeta, su humor se fue en picada haciendo imposible la reunión. La verdad le resultó imposible después de ver el dolor en su rostro, darle la noticia de sus sospechas.

Ahora, con la certeza de que sus temores respecto a los Grigori eran justificados, encontraba todavía más difícil explicarle lo que pasaba. Sobre todo porque se sentía tremendamente responsable por ello.

-Nada...-. La voz de Damon interrumpió sus pensamientos. Habían ido juntos a investigar -No existe un solo rastro para seguir, lo que significa que la prisión ha estado vacía un largo tiempo...-. Incluso de su despertar todavía debían quedar pistas, lo que era poco menos de dos décadas; por lo tanto, los vigilantes debían haber sido liberados más tiempo atrás... -¿Cómo es posible que no se dieran cuenta?-. Una cosa es que él hubiese despertado de un letargo prácticamente voluntario, y otra muy diferente que alguien escapara de un confinamiento forzado

El ángel se giró para observar al demonio que había aparecido minutos después que él.

-Por qué no se suponía que pasara. Simplemente, era imposible...-. Argumentó con gestos serios, y una mirada que evocaba su eternidad. -El sello sería roto solo cuando el tiempo llegara a su final, no antes, nunca antes...

-¿Alguna cláusula que pudiese ser el catalizador para abrir las puertas?-. Cuando tratabas con seres como ellos, de naturaleza divina o infernal, era común encontrarse pequeñas excepciones para romper las reglas... bueno, evadirlas, nunca romperlas; porque ni siquiera los caídos o demonios rompían las leyes de la creación. Los Grigori por el contrario...

-No...-. Su cabeza iba a mil por segundo, casi se notaba la forma en que las ideas se movían en su interior

-¿Seguro?

-Yo fui quien la creo-. Recalcó molesto. No con el demonio, sino con la situación en general. -No pasé nada por alto; era imposible que ese sello se rompiera ya fuera desde el interior o el exterior. Ni siquiera yo mismo podría hacerlo si lo intentara; nadie, absolutamente nadie en el cielo o el infierno podía lograrlo...

Apenas terminó de decir eso, ambos se miraron fijamente llegando a la misma deducción. Podía ser que en esos planos espirituales no hubiera alguien, pero en la tierra, los exorcistas originales eran seguramente bastante capaces de lograr tal hazaña. Que nadie lo pensara antes o lo hiciera, seguramente se debió a que hasta ahora, solo existía un demente empeñado en infringir las leyes naturales: Leo.

ALMA MIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora