CAPÍTULO XXII (parte 5)

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Violeta sabía, sin lugar a dudas, que la situación estaba mal en muchos niveles... figurada y literalmente.

Notaba el aire que aspiraba congelar sus pulmones, mientras que el sudor perlaba su piel, mandando escalofríos peligrosos a sus músculos extremadamente tensionados, provocando calambres dolorosos en su estómago, que le daban ganas de regresar los panqueques de chocolate que había comido en el desayuno. Y lo peor de todo, las terribles ganas de ir al baño gracias a su vejiga nervio... miedoso se aplicaría mejor en ese caso.

-Tienes que empezar a bajar...-. Gritó Esteban con la misma condescendencia que usaba con sus pequeños alumnos en el dojo, lo que era realmente difícil cuando estaba intentando no carcajearse por la vista

Varias groserías pasaron por la mente de la exorcista como respuesta, pero como tenía la garganta cerrada, tuvo que limitarse a negar con la cabeza; aunque no demasiado fuerte, por temor a que el movimiento la hiciera soltares... aunque su sudor ya estaba contribuyendo con eso.

-Vamos Violeta, no estás tan alto...-. Yaneth sí tenía algo de burla en su voz, no lo pudo evitar; pero todavía intentaba ocultarla

-¡Ni siquiera llegaste a la mitad!-. Fue Luis quien le gritó eso, pero lo cierto es que si había llegado bastante alto

-Te advertí que no era una buena idea...-. Martha parecía debatirse entre la risa y la seriedad. -Ahora baja de una vez, o suéltate. Igual estarás bien...

-¡Vamos amiga, tú puedes!-. Sofía amablemente intentaba darle ánimos a pesar de sus risas

Pero esa era justo la cosa en esto, si pudiera, no estaría allí como lagartija pegada a la maldita pared.

Con todo lo que estaba pasando, las batallas que había enfrentado y las que estaban por venir, y sobre todo la experiencia que había tenido con Damon en un edificio en construcción, Violeta creyó que su miedo a las alturas ya era del pasado; por lo tanto, hacer rappelling no debía ser una cosa tan complicada, y si más cómo un reto a su propia vanidad.

Ella era la última descendiente de Salomón, una exorcista original y casa de cuatro increíbles pilares (hablando de un ego inflado)... y, tal vez podía haber estado un poco demasiado enojada por la repentina desaparición del ya nombrado demonio en medio de una conversación interesante... por supuesto que iba a poder con algo tan simple...

Ahora en medio de una creciente humillación, no tenía idea de cómo alguien iba a hacer para bajarla de donde estaba.

-¡¿Luc?!-. De acuerdo, no podía usar sus poderes para salir de esto, pero igual él bien podía hacer algo. Era su Sombra, seguro podía pensar en un buen plan

-Yo dije que no era una buena idea...-. La inclinación en su cabeza para poder observarla hacía difícil ver la expresión en su rostro, pero como solo ocurría tratándose de ella, una sonrisa radiante lo hacía perder un poco del misterio que siempre lo acompañaba. Y no, definitivamente no iba a subir

-¡Sube aquí inmediatamente!-. Tal vez estaba siendo infantil y ridícula. Pero rayos tenía tanto miedo...

-¿Es una orden..?-. La melodía que usó el pilar, terminó la frase que no pudo decir en voz alta. Mi Señora

-N...no...

-Entonces date prisa, hay muchos que esperan su turno...

El semidemonio podía no haber accedido a esa petición, pero eso no significaba que no estuviese atento a lo que estaba ocurriendo, a pesar de que era obvio que ella se encontraba tan a salvo cómo podía estar a unos 6m de altura, en un ambiente totalmente controlado. Podía sentir su miedo a través del vínculo, pero también sabía que debía poder ingeniárselas por su cuenta.

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