Azahín miró sobre su hombro, al sentir el peso de una mirada celestial en su espalda. Estaba intentando con gran éxito ignorar por completo a su dueño, pero de vez en cuando sus instintos se alzaban en un intento por apaciguar sus deseos básicos. Bien contra mal. Demonio contra ángel. Sin embargo, en la situación en que se encontraba, mantener la tregua era primordial para su sobrevivencia.
No por miedo a morir en la batalla, eso no le asustaba, era un demonio hecho para pelear, para derramar sangre e infringir dolor, para destruir; pero, ni siquiera él disfrutaba del tormento eterno. Y tenía uno que le cruzaba el cuello, como recordatorio de su estupidez desafiando a quién no debía, en una situación bastante similar a la que se encontraba en esos instantes.
La cicatriz era una constante tortura que nunca se marcharía de su existencia, y con la cual no tenía más remedio que cargar segundo a segundo debido a que, hacía mucho tiempo atrás, en una época en que el hombre todavía los miraba con ojos de asombro y no como mitos de pesadilla, y en la que Damon aún se anunciaba con su nombre real; tuvo la brillante idea de pasar por alto su decreto de alianza temporal, atacando a quién menos debió.
Aprendió la lección de la forma dura; el dolor de la herida ahora cerrada, no lo abandonaba jamás. Así que no lo repetiría, incluso si eso suponía trabajar lado a lado con ángeles.
-¿Alguien más se ha dado cuenta de lo que pasó aquí?..-. Espetó el causante de su herida con el gesto fruncido. La obviedad de las cosas burlándose a carcajada limpia en su cara. Al notar que su subalterno se debatía si responder o no con la mirada fija en David, Damon lo alentó en términos simples. -Solo ignoralo y responde...-. Sentenció sin siquiera mirar en la dirección del aludido
-No...-. La rudeza de su voz era tan cortante como su aspecto. El íncubo disfrutaba de su apariencia ruda, que era casi un reflejo de su forma real como demonio; especialmente sus ojos. Normalmente llevaba gafas oscuras, ya que el rojo en su mirada era siempre visible. -El incidente en el plano mortal cubrió completamente el rastro. Quién viniera a investigar, tendría que saber qué buscar para encontrarlo...-. Utilizó sus palabras con cuidado, nadie sabía lo que había estado haciendo allí
Damon cruzó los brazos al pecho meditando cada uno de sus pasos desde que había subido a este plano. Tomando en cuenta que hasta hace muy poco fue cuando Mika lo encontró, dudaba mucho que cualquiera hubiese sabido qué secretos guardaba el sitio donde estaba parado. A decir verdad, ni siquiera él mismo habría sospechado nada, de no ser por su encuentro con Violeta. De igual forma, tampoco habría significado gran cosa, de no ser por lo que ocurría ahora.
Todo su cuerpo se tensiono solo de pensarlo. Definitivamente la palabra casualidad estaba ya fuera de opción en esta historia; o al menos en la suya, pero ¿Qué sería entonces del sujeto a su espalda? Porqué debía admitir que su presencia seguía siendo una interrogante bastante fuerte, dado el antagónico que se presumía en la escena.
Con un dorado que transmitía el infierno que lo forjó, su mirada vagó sobre su hombro hasta David.
-Podría llevarlo lejos de aquí...-. Ofreció el íncubo todavía tratando de descifrar los términos en que se encontraban, pero sin olvidar la revancha que tenían pendiente desde la batalla que tuvieron en el museo. Aunque a su parecer, estaba claro quién había sido el vencedor...
-Podrías intentarlo...-. La voz del ángel fue demasiado profunda para considerarla una amenaza; pero exageradamente grave para descartarla como tal. Obviamente él también recordaba sus asuntos pendientes
Imposiblemente divertido por la respuesta dada con tal neutralidad, los labios de Damon se curvaron más de un lado que de otro, en un intento fallido por contener la risa. No era el momento más adecuado para dejar que su humor se escapara, pero últimamente estaba teniendo ese efecto sobre él. Curiosamente, no de mala forma, sino de una que indicaba le estaba agradando más de lo que jamás admitiría.