Violeta aun llevaba la mano sobre el pecho al subir las escaleras. Esta vez podía distinguir claramente cuál era su dolor y cuál el de Gabriel, pero lo cierto es que ambos se sentían igual de intensos en su interior. Eran como alfileres corriendo por sus venas, que rasgaban sin cuidado cada parte de su cuerpo.
Todavía no había tenido la oportunidad de ponerse a indagar entre las memorias de su amigo; el rompecabezas que se había quedado en su cabeza luego de que Leo lo asesinara, poco a poco estaba formándose de manera correcta, permitiendo que todo lo que él alguna vez supo, ahora pudiese ser usado por ella. No obstante, el día anterior había tenido suficiente de su propio pasado, como para querer sumar el del nefilim.
Aun así, el lazo que los había unido al convertirlo en su pilar, era responsable de que sus sentimientos por la vampiresa dolieran con sinceridad abrumadora, por los indicios que tenía en lo referente a su vida. Si bien no estaba del todo claro, la idea en general de cómo terminó siendo lo que hoy era, ya estaba echando raíces en su cabeza; y maldición era fuerte, pero más que nada, era la razón por la que ahora mismo ella seguía caminando.
La reciente actitud de Mika hacia Pandora habría sido algo completamente ajeno para la exorcista, de no ser por el semidemonio. Luc le había expuesto el tema unos días antes, y con los últimos acontecimientos, y la forma en que al pequeño ángel pareció estar afectado por ello, la curiosidad que tenía por eso estaba en su punto más alto.
Cuando finalmente llegó al acceso que permitía la entrada al techo, se detuvo para tomar aire y organizar un poco su mente; ya que tenía la oportunidad para hablar no podía desaprovecharla, especialmente cuando ellos podían resolver parte de las dudas antes de que enfrentará directamente a la protagonista.
El viento que la recibió al abrir la puerta, sacudió los cortos y disparejos mechones de cabello en una maraña incontrolable, mientras que la gélida caricia del otoño le erizó la piel. Aunque el clima de la temporada todavía era razonablemente soportable, la altura de dónde se encontraba hacía que se sintiera con una intensidad inesperada, que la obligó a cerrar los ojos y levantar las manos para protegerse.
Entonces el frío se transformó en un cálido susurro que aplacó de manera eficiente sus terminaciones nerviosas, como música a las fieras.
-Tu cabello...
La voz de David llegó acompañada por un toque ligero que la incitó a abrir los ojos de nuevo. La visión que encontró hizo que su pecho se contrajera ante la extraordinaria belleza del paisaje.
El ángel estaba frente a ella con las alas extendidas en su plenitud, cubriendo de esta manera la corriente que se había introducido como un ladrón en el edificio. Los rayos del sol hacían que un brillo plateado se expandiera desde cada una de sus plumas de forma independiente, simulando que pequeñas motas del metal precioso se desprendían de estas en un vals elegante.
Por si fuera poco, estaba tan exageradamente cerca, que el azul celestial en su mirada resaltaba contra el indómito negro de su pelo, en un contraste que balanceaba injustamente la divinidad que poseía, en la figura humana que vestía. Facciones y ángulos fieros, controlados por la bondad innata de su existencia.
A la exorcista le costó un verdadero esfuerzo recapitular las palabras que había escuchado, con el fin de que sus embriagadas neuronas lograrán darles un mínimo de sentido. No era justo tener que enfrentarlo de esa manera, porque incluso con la sosegada paz que le transmitía a la tormenta que eran sus sentimientos, no podía pensar correctamente. Ya ni hablar de que había estado pensando antes de llegar.
-Yo...lo corté...-. Atinó a responder. A pesar de que logró contener su cabello con ayuda de una pinza, ya que todavía no lo había arreglado, era bastante notorio que el largo había disminuido considerablemente. En exageración a decir verdad...