CAPÍTULO XXI (parte 3)

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El corazón de Violeta se contrajo en su pecho en un desesperado pero inútil intento por ocultarse. Ya se imaginaba que escapar no sería tan sencillo como escabullirse en medio de la madrugada, pero al menos esperaba que no se dieran cuenta de su ausencia hasta pasado el mediodía; porque si él, que no estaba observándola todo el tiempo, lo notaba, entonces cualquier otro sabría del movimiento de sus pasos sin siquiera tener que vigilar.

Pero sobre todo, era tremendamente humillante ser descubierta tan fácil... ser tan débil.

-Todos esperamos lo mismo...-. Replicó enfadada más consigo que con cualquier otro. Por supuesto, ella tampoco quería que pasara nada malo. -Lo que no funcionará con esta barrera...-. Miró hacia Luc ceñuda

La sonrisa de Damon se profundizó ante la actitud de la exorcista, y su atención, con mucho esfuerzo para apartarse de ella, se dirigió hacia el escudo que acababa de atravesar. Todavía no estaba completo, pero en el momento en que lo estuviera, sería como una gota de agua que en medio de aquel paisaje, reflejaría la luz volviendo invisible su interior para los ojos de cualquiera que no fuese humano.

El aroma que desprendía el veneno del tercer pilar, estaba hecho para que afectará el equilibrio en la energía de su víctima, en un reflejo inverso del propio. Una balanza no puede distinguir el oro del plomo; de la misma forma, la cantidad de mal que se proyectara de ellos la recibirían en bien, o viceversa, impidiendo el uso de sus poderes. Algo tremendamente similar a lo que las Gárgolas hacían al proteger los terrenos verdaderamente santos.

Sin embargo, no solo era un efecto alucinógeno el que actuaba como protección. La sangre de la súcubo volvía una pared tangente la energía que se levantaba del suelo, con lo que estimó tendría el poder suficiente para detener a seres en un estatus de mediano a bajo nivel; dándoles de esta manera una ventaja sobre un ataque interior o exterior.

En resumen, muy pocas "cosas" podrían entrar o salir del perímetro que ellos marcaran, pero cualquiera que lograra atravesarlo, sería inevitablemente descubierto.

-En mi defensa...-. Añadió el semidemonio. -Todavía no está terminada...-. Alegó volviendo a enfocar su mirada en la cerca. -Pero admito que quizás no pueda detenerlo a él...-. Señaló a Damon sin enfrentarlo. Había visto suficientes veces la forma en que atravesaba las barreras de la descendiente de Salomón, como para dudar de su habilidad en seguir haciéndolo en ese momento... además estaba su nombre real, el que aún sin confirmar, estaba casi certeramente revelado en sus pensamientos, y que le hacía entender el porqué de esta notable distinción al resto

-Es cierto...-. Alegó el aludido con aire pensativo. -Este sello seguramente no será capaz de detener a nadie con una buena posición en la jerarquía de cualquiera de ambos lados...

Luc torció el gesto y entre cerró los ojos al escuchar las palabras, preguntándose de qué manera las estaba diciendo. Si era un acto de presunción, o simplemente hacía notar lo evidente, sacándole la vuelta a lo que realmente se estaba refiriendo él. Los demonios no mentían, no, pero eso no significaba que no pudieran usar la verdad a su beneficio.

Aunque ya que lo mencionaba, era cierto que un ser con suficiente poder tendría la capacidad para derribar su pequeño intento de protección.

-Bueno, lamento no tener suficiente fuerza...-. Soltó con fastidio la exorcista. Podía dar una larga lista de puntos por los cuales sus habilidades eran tan vagas, pero todas sonaban como pretextos y no se sentía con ánimos de ser condescendiente consigo misma. Suficiente con que los demás lo fueran...

-Pero la tienes...-. Damon ni siquiera meditó lo que respondió. Su cuerpo se movió inclinándose hacia ella, en un paso a paso que redujo la distancia a nada más que un aliento; luego capturó sus cortos mechones de cabello, y jugueteó con ellos en un movimiento lentamente fluido. No le había dicho nada respecto a eso, pero escuchó cuando Mika lo cuestiono, y la manera en que decía que no podía importarle menos... porque ella siempre sería ella. Eso, le había arrancado un suspiro muy a su pesar. -El poder está en tu sangre, el deseo en tu corazón, y el control en tu mente. Nadie, ni siquiera yo, podría ponerte límites...-. Sus labios se curvaron con deleite orgulloso. -Pero todo lo que tienes que hacer, es pedirlo...-. La cadencia de su voz se volvió una melodía solícita

ALMA MIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora