CAPÍTULO 21. Pensamientos dispersos

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-Esta chuche no me gusta, te la cambio por el pica pica.

-Pareces una niña pequeña, Chloe. El pica pica es mío. No te lo voy a cambiar.

-Menos mal que soy yo la pequeña-añadió entre risas.

Ambas amigas estaban sentadas en una valla de madera, comiendo chucherías mientras comentaban y se ponían al día de información la una de la otra. Más bien, era Chloe la que hablaba. Emma no quería tener que hablar sobre Kendratán, agua o Aclaryels aún. Le parecía demasiado precipitado, incluso para ser su mejor amiga.

-Bueno, ¿y qué es de ti?. Has estado desaparecida una semana entera desde la última vez que nos llamamos.

-He estado ocupada con la inscripción a la Universidad, discúlpame.

-¿Sabes ya que quieres estudiar? ¿O dónde vas a ir?.

-Lo cierto es que...-caviló durante unos segundos pensando en una respuesta estratégica. Así que recordó una de las escenas de su película favorita.- Me voy a la Universidad McGill, en Montreal.

-¿¡Canadá!?-gritó sorprendida su amiga.- ¿¡Por qué tan lejos!?.

-Estamos a dos horas y media de vuelo. Tampoco es tanto.

-Sí que lo es. ¿Cuándo pensabas decírmelo?.

-Vamos Chloe no exageres. Nos veremos con bastante frecuencia. Aún me quedan unas semanas antes de comenzar.

-Te voy a echar de menos amiga.- dijo ella lanzándose hacia Emma para abrazarla.

-¡Puag Chloe! ¡Qué pegajosa eres!.

-Cállate, eso te lo mereces por no habérmelo dicho antes.

Emma sentía que había defraudado a su mejor amiga. La había engañado inventándose la primera excusa que pasó por su cabeza. Miró al frente, contemplando las hermosas vistas que tenían. Una pequeña colina que terminaba en una amplia orilla de arena y mar. Siempre le gustó la playa, pero desde que era Aclaryel, por alguna razón sentía pasión por el mar, las olas, su olor, su sonido...

Llevada por la fresca brisa marina, resonó una voz; ya familiar para Emma. Una voz cálida, agradable, pronunciaba su nombre entre el silencio.

-¿Has oído eso?-preguntó alarmada.

-Yo no he escuchado nada.

-Cómo que no. Han dicho mi nombre. ¿No será una broma tuya, no?.

-Emma, ¿qué dices?.

Al ver la reacción de su amiga, decidió finalizar con aquella conversación.

• • •

Una vez en su habitación, reposando sobre su cama; alzó su mano para alcanzar la mochila, la cuál estaba sobre el escritorio.

De ella, extrajo la tercera Carta Magistral que encontraron dentro del libro de Cristine. Todos decidieron que sería una buena idea que ella, Emma, las guardase y protegiese. Nunca se sabía lo que podría pensar.

Con tanto alboroto, casi no tuvo tiempo de leer con claridad lo que tenía escrito en el dorso:

"Y llegarán los fuertes vientos y tempestades enviados por el mismo trueno y relámpago. Absteneos de ellos".

Claramente, toda aquella situación comenzaba a preocupar. Demasiadas preguntas sin respuesta, demasiadas cosas sin resolver. Desconcertante.

Pensó en lo que Curtis le comentó. Si hablaban con la Directora Rochesstter, directora del campamento, posiblemente hallarían la solución.

"Pero, ¿y las voces que pronuncian mi nombre? ¿qué significa todo esto? ¿A qué hora celebrarían el cumpleaños? ¿Estará Olivia invitada? ¿Y si le felicito? Podría utilizarlo como excusa para escribirle y así hablar con él. ¿Pero qué? Emma, céntrate.".

Entre tanto pensamiento, no decidió rechazar la posibilidad de hablar con él. Pero luego recordó que no tenía su número. "Mierda Emma, cada vez estás más lejos de él".

La puerta de su cuarto de abrió precipitadamente, su madre Charlotte tenía el teléfono de la casa en sus manos.

-Nos tenemos que ir Emma, corre, date prisa.

-¿Qué sucede?.

-Tu abuela, vamos. No hay tiempo que perder.

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