CAPÍTULO 22. La despedida

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El taxi paró justo frente a la puerta del hospital. Toda la familia Stevenson salió disparada del coche apresurándose a recepción.

-Hola, buenas noches. Buscamos a la señora Helena Lordned. Aunque, también puede aparecer con el nombre de Helena Stevenson.

-Un momento, lo consultaré en la base de datos.- la enfermera tecleaba en el ordenador buscando información, tardó tan solo un par de segundos en hacerlo aunque para ellos les pareció una eternidad.- Habitación 509.

-Muchas gracias.

Subieron por el ascensor del hospital y con velocidad adelantaban lo más rápido posible a todos los que merodeaban por allí hasta llegar a la habitación.

Allí estaba ella, su abuela. Tumbada en una incómoda cama, con vías colocadas en su brazo y rodeada de todo tipo de aparatos y máquinas complejas.

-No se preocupen, la señora Helen está bien. Sólo ha sido un pequeño susto- intervino el médico que la estaba tratando.- Son cosas de la edad, ya está estable. Pronto regresará a casa.

-Gracias Doctor, es un alivio escucharlo- respondió Charlotte dejando escapar un suspiro.

-Les recomiendo que la dejen descansar, en un par de días estará como nueva y le daremos el alta.

-Será mejor que me quede esta noche aquí con ella- añadió la madre.

-No te preocupes cariño, yo me quedaré también- respondió Robert.

Estaban allí de pie, rodeándola, observándola como dormía. Su rostro dulce, armonioso. Podría decirse que respiraron tranquilos al verla mejorada.

Todos los miembros de la familia pasaron la noche junto a ella. Mientras dormían sentados en aquellos incómodos sofás, Emma se despertó en la madrugada para comprobar como estaba.

Su abuela estaba despierta y al verla allí, lanzó su mano hacia su nieta en gesto de aproximarse. Entre susurros, ella le preguntó:

-¿Cómo te encuentras abuela?.

-Bien pequeña, no te preocupes. ¿Cómo va todo por Kendratán?. Ponme al día, háblame de ese maravilloso lugar.

-Abuela, quisiera hacerte una pregunta. ¿Es normal escuchar... una voz... que dice mi nombre?. Ya me entiendes , sólo yo puedo escucharlo.

-Cariño, él, te está llamando. No silencies su voz, déjala oír.

-¿Él?.

-El Agua, pequeña. Eso quiere decir que has logrado una conexión mágica y potente con tu elemento. Dicen que, cuando un Aclaryel está en perfecta sincronía y paz con su poder, puede llegar a fusionarse con él en uno solo.

Emma se fijó que en brazo de su abuela apareció su mismo símbolo, iluminado.

-Abuela, tu signo. Se está...apagando.

-Te concederé mi poder. Serás más fuerte aún de lo que ya eres. Llegarás a convertirte en una gran Aclaryel, no me cabe la menor duda.

Una lágrima brotó de los ojos de la joven. Sentía como el tiempo se le escapaba de entre las manos y no podía hacer nada.

-No digas eso abu, te pondrás bien. Necesito darte la lata por mucho más tiempo. Y Marcus, tienes que ver todas las trastadas que hace. No te las puedes perder.

-Háblame de Kendratán. Allí, quiero ir. Recuérdame lo hermoso que es.

No pudo evitar comenzar a llorar, no parecía real aquel momento. No, no podía serlo. Sorbiéndose la nariz, prosiguió el pedido de su abuela.

-Una hermosa luz blanca te transporta hacia otro mundo. Un mundo mágico, bello y hermoso. Su vegetación, su fauna, sus pequeños rincones secretos. Manantiales con pequeñas cascadas que desembocan en grandes piedras blancas como si de un acantilado se tratase, olas gigantescas de agua en un mar oscuro y profundo, una luna que ilumina el bosque y sus senderos, las personas que allí están. Que te acogen, que te dan amor, que...

El sonido del monitorizador indicaba el final de su cuento. Los enfermeros entraron con velocidad en la habitación con un carro de parada. Los Stevenson se despertaron rápidamente y obligados por el personal sanitario tuvieron que abandonar todos la sala.

                             • • •

-Cristine no lo estás haciendo bien.

-Es como yo te estoy diciendo.

-¡No! Tienes que lanzar el agua con más distancia, abre más las manos- le indicaba Lucy a distancia.- Emma, ¿te animas a practicar?.

-Estoy bien así.

-Oye, tenemos examen la semana que viene. Inténtalo al menos.

-No la agobies, Lucy- añadió Cristine por lo bajo.

Emma estaba sentada en una tapia alta, sosteniendo en sus manos un sobre. Se trataba de un legado que su abuela le había dejado por herencia. Aunque, no se atrevía a abrirlo. Aún era demasiado reciente.

A lo lejos, divisó la figura masculina y esbelta de Curtis, quien se sentó a su lado en silencio durante unos instantes.

-He hablado con la Subdirectora Parker. Y bueno, es extraño decirlo.

-Curtis, te agradezco la información pero ahora mismo no me apetece saber nada de las Cartas.

-Escúchame, esto sí te va a interesar. En efecto la Directora posee una colección de estas cartas. Aunque no he podido preguntárselo personalmente porque, no está.

-Pues búscala otro día.

-No está en Kendratán, ha desaparecido.

-¿Cómo dices?.

-Al parecer nadie sabe donde está. Llevan buscándola durante un mes y sigue en paradero desconocido.

El sobre que Emma tenía en sus manos comenzó a vibrar, cayendo al suelo bruscamente.

-¿Qué narices?.

Bajó de la tapia para poder coger el sobre y abrirlo. Se arrepintió de hacerlo puesto que no quería, pero ya había despegado la tapa del sobre. Era demasiado tarde, sentía curiosidad por saber que ocultaba. Así que no dudó en terminar de abrirlo cuando, descubrió lo que su abuela me había dejado antes de morir.

La cuarta Carta Magistral.

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