CAPÍTULO 64. Todo se resuelve a esta noche

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Rem y Emma caminaban callados el uno junto a el otro en el silencio de aquella fría noche de otoño. Sin pronunciar ni un sólo vocablo durante todo el trayecto de regreso al campamento, puesto que ya estaba todo dicho. O al menos, eso creían ambos. En aquel instante, donde sobraban las palabras, parecía que el mundo estuviera bajo sus pies. La dulce noche estrellada y su manto de luz, el crujir de las pisadas en la húmeda tierra del bosque repleta de hojas secas de los árboles, la melodía de la brisa al cruzar por cada rama y recoveco del frondoso paisaje. ¿Hasta cuándo iba a perdurar aquella apacible tranquilidad?.

Ninguno de los dos tenían la respuesta a esa pregunta, simplemente se limitaron a avanzar hacia delante.

-Oye Rem...-

Ante su tierna voz, el joven detuvo sus pasos para prestar con atención lo que ésta iba a decirle.

-Si alguna vez, por algún motivo, no estuviéramos en el mismo bando... por favor, recuérdame de donde he venido. No dejes que lo olvide.

-Eso nunca va a suceder mientras me permitas estar a tu lado.

Espera. ¿Qué era aquello que estaba ocurriendo?. ¿De alguna manera, se estaba declarando?. ¿O tan sólo eran palabras alentadoras procedentes de la consejera voz de un buen amigo?.

En cualquier caso, nunca lo supo. Pues en aquel preciso momento, a sólo unos pocos metros para acceder de nuevo a la entrada principal del campamento, se encontraba Fitzgerald junto con sus soldados y demás aliados.

El señor Fitzgerald, trajeado y tan elegantemente vestido como siempre, portaba en sus manos una carpeta en la que parecía contener algo importante en su interior. Con respecto a sus hombres, estos, también trajeados con su respectivo uniforme de camuflaje y armados con rifles de gran tamaño, mantenían retenidos a los Aclaryels que reposaban al dormir aquella noche.

Todos sus amigos habían sido capturados: Curtis, Sullivan, Cristine, Lucy, Eleiya, y además la propia Subdirectora Parker. Todos estaban allí, de pie y maniatados o forcejeados por alguno de los soldados. Salvo una persona: Jake Strauss.

-¡Tú!, ¡traidor!, ¡imbécil!, ¡cretino!, ¡te mataré, lo juro que lo haré Jake!- gritó a pleno pulmón dejando escapar hasta su último aliento de voz.
Millones de pensamientos y emociones revoloteaban en su mente en cuestión de segundos: decepción, traición, humillación. Todo lo que ella había echo por él, todo el amor que le había entregado nunca fue devuelto, todo lo que ella arriesgó por salvar su vida. Todo lo hizo por Jake, un corazón no correspondido.

-¡Aclárate de una maldita vez Strauss!, ¡de parte de quién estás idiota!, ¡cobarde!, ¡gallina!, ¡¿así nos lo agradeces?!, ¡te mataré!.

Como si de un soplo de aire se tratase, el cariño que Emma profesaba por Jake se esfumó de golpe. Lágrimas de rabia caían por sus mejillas que ésta secó con furia rápidamente. Iba completamente enserio con su propuesta, y no dudó ni un instante en aproximarse hasta el joven para propinarle un puñetazo en su mentón, noqueándole en el frío suelo de barro.

Rem salió de inmediato en búsqueda de la joven para retenerla. Ya no había nada que pudiesen hacer. Estaban rodeados, habían perdido aquella batalla. Fitzgerald se había echo con el control y el liderazgo de Kendratán finalmente. Y aún no sabían qué era lo que estaba por planear en el planeta Tierra y si es que en él aún no gobernaba con absoluto poder.

-Como veo que no tenéis otra opción- interrumpió disciplinadamente con su gruesa voz masculina.- Me veo en la obligación de ofrecerles una última oferta de paz. Aunque en esta ocasión, tan sólo será para tí Emma.

La joven alzó la mirada hacia su enemigo, confusa por la situación, sacudió sus manos tras el golpe y tomó unos mechones de su cabello recogiéndolos detrás de su oreja para prestar atención a sus palabras.

-Si vienes conmigo Emma, te propondré una última posibilidad de salvarte a tí y a tus seres queridos. Pero, debes acceder venir. Qué me dices. ¿Aceptas?.

Fitzgerald acarició son suavidad el exterior del maletín que poseía en sus manos. Desconocía lo que ocultaba en su interior, pero con gran solemnidad, Emma asintió con la cabeza.

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