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Capítulo 1: La Academia Legacy

La academia Legacy se hallaba en la cima de la montaña más alta de la región. Se trataba de una enorme construcción con grandes murallas, cuantiosos y vastos patios, e inmensos salones de entrenamiento.

En aquella academia se enseñaba casi exclusivamente las artes marciales, así como también el uso de armas y espadas. Y era reconocida por toda la región por ser la mejor academia del mundo entero. De ahí salían parte de los guerreros más poderosos e importantes, y gracias a aquello, lograr que te admitieran como aprendiz en tal lugar era de las cosas más difíciles del mundo.

Y por si no fuera lo suficientemente impresionante, solo había un maestro en toda la academia: El viejo James.

Raidel, quien en aquel momento contaba con trece años de edad y tenía el cabello rojo como la sangre y los ojos verdes, se encontraba caminando por uno de los tantos pasillos vacíos y desolados que tenía la Academia Legacy. Se dirigía hacia el salón principal de entrenamiento —el más grande—, ya que el viejo James le había dicho que se presentara allí urgentemente.

A Raidel todo esto le resultaba bastante extraño, ya que no había ninguna sesión de entrenamiento programada para aquel día. Además, el Gran Salón estaba únicamente reservado para los duelos y batallas más importantes. ¿Qué tendría en mente el viejo James?

Raidel había escuchado, con cierto escepticismo, que aquel viejo era toda una leyenda viviente. En su juventud, fue considerado como el guerrero más poderoso del mundo entero, y no solo del mundo entero sino de toda la historia conocida. Se decía que él solo había derrotado a ejércitos enteros de monstruos inhumanos e infernales en más de una ocasión. Raidel tenía sus dudas de la autenticidad de aquellos relatos inverosímiles, aparte de que le sonaban a una completa exageración escuchar decir que el viejo fue en sus tiempos el guerrero más poderoso que la humanidad haya conocido jamás. Pero si algo no se prestaba a dudas era que James había tenido dos discípulos hace veinte años atrás en esta misma academia cuyos poderes superaban lo inimaginable. Sus apodos habían sido el Fénix y el Dragón. Todos habían oído hablar de ellos y de sus hazañas tan impresionantes que por poco y rayaban lo absurdo. Aunque se decía que hoy en día ambos se encontraban muertos, por causas desconocidas.

Raidel siguió caminando por el pasillo hasta que al fin llegó al Gran Salón. Al abrir la puerta, se encontró con que dentro había una multitud inmensa de aprendices como él. Todos ellos llevaban armaduras, cascos, tobilleras, y empuñaban la típica espada de madera de los aprendices. Parecía que se estaban preparando para un gran combate de todos contra todos o algo por el estilo.

Al percatarse de la presencia de Raidel, varios de ellos le regresaron a ver con una sonrisa desafiante en los labios. ¿Qué estaba sucediendo aquí?

Y fue entonces cuando Raidel vio que encima de la tarima que se encontraba al fondo del salón, estaba el viejo James con su clásico atuendo plomo, deslucido por el sol y descolorido por las tantas lavadas. Se trataba de un anciano de unos setenta años de edad, con el cabello plateado por las canas, y la barba larga y gris le caía hasta el pecho. Las heridas de guerra le habían dejado varias heridas y cicatrices, entre las cuales estaban un parche en el ojo izquierdo, una pata de palo y, desafortunadamente, le faltaba su brazo derecho. Aunque parecía que no le hacía mucha falta, porque siempre solía bromear con que lo había perdido en una batalla contra cien mil monstruos demoníacos del mismísimo averno.

El viejo James le hizo señas a Raidel para que se acercara.

—Miren, aquí viene nuestro muchacho —gritó el viejo con gran entusiasmo.

Raidel se puso algo nervioso al notar que todos los ojos de la gran multitud de aprendices se volvían hacia él.

—¿Acaso me perdí de algo?

James soltó una carcajada.

—Ha llegado tu hora, muchacho —se limitó a decir.

Raidel pensaba que el viejo estaba hablando de una expulsión, pero contra todos los pronósticos, añadió:

—Ha llegado la hora de tu examen de graduación.

Raidel abrió mucho los ojos. No daba crédito a lo que sus oídos escuchaban. ¿Ya estaba preparado para su examen de graduación? Es innegable que era buen guerrero, pero esto era demasiado... La edad media en la que la mayoría de aprendices se graduaban era de veinte años, pocos eran los genios que lo lograban antes.

—¿M-mi examen de graduación? —balbuceó como un tonto.

—Así es, muchacho, pero no te lo pondré fácil —sonrió—. Tu exámen de graduación consistirá en vencer a todos estos aprendices en una misma pelea —su sonrisa se ensanchó—. Será una lucha de uno contra ciento cincuenta. Tendrás que vencerlos a todos para poder graduarte, de lo contrario no lo lograrás.

Raidel se tomó su tiempo para procesar toda la información. "Uno contra ciento cincuenta..." Y una vez que supo lo que aquellas palabras significaban, pensó que el viejo finalmente se había vuelto senil.

Los exámenes de graduación tenían fama de ser tremendamente difíciles, pero Raidel no había escuchado de ninguno tan absurdamente complicado como aquel. ¿Acaso el anciano quería deshacerse de él? ¿O quizás querría matarlo? ¿Qué había hecho él para merecer esto?

Además, ciento cincuenta aprendices era la mitad de toda la academia. Esto era de locos.

—Ah, sí, se me olvidaba —dijo James sin perder la sonrisa del rostro—. El tiempo límite para vencerlos es de quince minutos, y si te demoras un segundo más no podrás graduarte —levantó un dedo esquelético—. Ten en cuenta que esta es tu única oportunidad de graduarte. Si no lo logras en esta ocasión, jamás te graduarás.

Raidel sonrió lúgubremente. Efectivamente, el viejo quería deshacerse de él.

Ahora ya sabía a qué se refería el viejo cuando antes había dicho: "Ya llegó tu hora, muchacho".

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora