✡ LXXII

755 100 8
                                    

Capítulo 72: Tom el Desnutrido

Los guerreros de Subalia, quienes cabalgaban rápidamente en sus robustos caballos de guerra, finalmente lograron visualizar la enorme muralla de Ludonia a lo lejos, la cual rodeaba el reino por completo, protegiéndolo así del ejército invasor.

—¡Esa maldita muralla caerá en menos de veinte minutos! —proclamó el General Landor, el tercero al mando del ejército de Subalia, al tiempo en que levantaba al cielo su gran espada de doble filo—. ¡Debemos derribar la muralla antes de que llegue el Comandante Naikon! ¡Caso contrario perderé mi apuesta!

Miles de soldados seguían al General Landor de cerca, quien lideraba el ejército en ausencia de Naikon. Era un tipo barbudo y cabello castaño oscuro, quien no era muy alto ni robusto, pero que sin embargo era considerado como uno de los guerreros más temibles de Subalia. Era especialmente conocido por su violencia y brutalidad en batalla.

La mayoría de guerreros vestían armaduras de hierro o cotas de malla. En una mano llevaban pequeños escudos y en la otra lanzas, espadas, hachas o mazas metálicas. Aunque lo que todos tenían en común era que traían puestas capas de un azul marino.

Con cada paso que daban, se acercaban un poco más a su destino, por lo que una gran parte de ellos empezaron a soltar poderosos gritos de guerra.

—¡Subalia! ¡Subalia! ¡Subalia!

El General Landor observó que, tal y como había dicho Naikon, la muralla de Ludonia era bastante grande: Debía medir al menos quince metros de altura. Sin embargo, no era nada de lo que ellos no se hubieran preparado, ya que los soldados de la retaguardia llevaban escaleras consigo, las cuales usarían para subir hasta la cima de la muralla... Aunque bueno, una vez que mirabas el panorama completo podrías pensar que esa no iba a ser una tarea sencilla:

El General Landor no dejaba de observar la cima de la muralla, en donde se veían mil o dos mil soldados amontonados, quienes ya estaban listos y preparados para la guerra. Si querían subir hasta allí con la ayuda de las escaleras iba a ser una tarea muy complicada. Pero afortunadamente para ellos, tenían la opción de derribar la puerta de la muralla y por allí entrar a Ludonia. No obstante, aquella puerta era muy gruesa y grande, pero aún así parecía una mejor alternativa.

Los carromatos de provisiones se habían quedado bien atrás, ya que evidentemente no participarían en esta guerra. Pero los veinte gigantescos carromatos de acero, cuyo contenido era desconocido para la mayoría, seguían impasiblemente su camino hacia Ludonia, los cuales tenían muchas ruedas y cada uno de ellos era arrastrado por ocho caballos. Y dado que eran muy grandes, se movían con una lentitud desesperante, pero se movían.

Toren observó fijamente a toda esa masa de hombres y caballos que se acercaban a ellos velozmente.

—Deben ser como diez mil o doce mil —calculó—. Muchos más que nosotros...

—¡Pero nosotros tenemos la muralla! —vociferó Legnar con rotundidad—. Exterminaremos a toda esa maldita plaga antes de que el Sol se ponga por el oeste, y luego iré a tomarme unas cuantas copas. Nada habrá pasado el día de hoy.

Toren hubiera querido tener su optimismo, pero él era más realista. La posibilidad de vencer a semejante ejército tan numeroso era casi nula.

Legnar se fijó en los enormes carromatos de metal a lo lejos, los cuales se encontraban detrás del ejército de Subalia.

—¿Qué diablos es eso? —los apuntó con un dedo—. ¿Son carromatos? ¿Qué llevan allí dentro?

—Tal vez lleven troncos con los que quieran derribar la puerta de la muralla —especuló Toren.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora