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Capítulo 40: Raidel vs El Escuadrón de Asesinato

Raidel se despertó inmediatamente al escuchar el ruido estrepitoso del vidrio al romperse.

Lo primero que vio fue una lluvia de flechas que caía en su habitación a través de las cuatro ventanas que había en la estancia.

Raidel soltó una exclamación de sorpresa y luego giró sobre sí mismo para meterse debajo de la cama y allí protegerse. En medio del trayecto una flecha le alcanzó el hombro, lo que le arrancó un gruñido de dolor.

Raidel se arrastró como pudo hasta quedar debajo de su cama. La sangre no tardó en brotarle del hombro. El muchacho pudo ver que afortunadamente no era una herida muy profunda, pero quizá tendría problemas si no detenía la hemorragia...

A continuación observó con rabia y confusión que no menos de diez flechas seguían entrando a su habitación a cada segundo, las cuales rompían y destruían todo lo que encontraban a su paso: muebles, estanterías, armarios, mesas, sillas...

¿Qué diablos estaba ocurriendo aquí?

Raidel pensó que esta podría ser una pesadilla, tal y como la vez que soñó que Dantol lo torturaba hasta la muerte... Sin embargo, ahora él era de sus mejores amigos. Le parecía curioso como resultaban las cosas...

Aunque algo le decía que esta vez todo lo que estaba ocurriendo era real... Tan real como su amor hacia la princesa Misha. En esta ocasión si lo estaban atacando de verdad.

¿Pero quiénes podrían ser los enemigos? A Raidel no se le ocurrió nadie más que Stanferd. Él era el único que querría ver muerto al muchacho.

No obstante aquella hipótesis no encajaba del todo bien. Las decenas de flechas lanzadas a cada segundo le decía que los enemigos eran varios. Probablemente una multitud entera. ¿Quizá fueran Stanferd y sus amigos? Por mucho que quisiera matar a Raidel, era dudoso que Stanferd fuese a desobedecer al rey: El viejo le había prometido que Stanferd no volvería a ponerle ni un dedo encima. ¿Qué opción quedaba entonces? ¿Tal vez había sido el mismo rey quien lo mandó a matar?

Raidel se quitó aquellos pensamientos desagradables de la cabeza y se concentró en sus enemigos.

Si tenía que luchar contra ellos, entonces al menos debía de intentar detener la hemorragia de la herida del hombro para así estar en mejores condiciones para la batalla.

El muchacho aprovechó la protección que le ofrecía su cama para arrancarse la flecha que tenía clavada en el hombro. Un dolor agudo y mortífero le recorrió todo el brazo y se esparció hasta el pecho. No tuvo de otra más que aguantárselo. Al fin y al cabo había pasado por cosas peores. Posteriormente arrancó la manga de su camisa y se la amarró alrededor de la herida.

No pasaron más de diez segundos hasta que repentinamente sus adversarios  dejaron de lanzar flechas por completo.

La destruida estancia quedó en total silencio por unos cuantos segundos. A continuación ocho hombres con vestimentas negras entraron rápidamente a la habitación a través de las ventanas rotas.

—¿Dónde está el muchacho? —inquirió uno, mirando de derecha a izquierda.

—¿Se escapó? —dijo otro, observando la puerta.

Sin embargo un tercero alzó la cama de Raidel con sus propias manos y la tiró a un lado, dejando al muchacho al descubierto, quien estaba tirado en el suelo. Los ocho hombres le regresaron a ver. Raidel pudo ver que todos ellos llevaban una daga en cada mano. ¿Quiénes diantres eran?

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora