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Capítulo 10: Semifinales

Raidel bajó del cuadrilatero procurando verse formidable y temible. Todas las miradas de los espectadores y participantes seguían fijas en él. La plaza estaba en completo silencio como un desierto.

El primero en romper el silencio había sido el arbitro.

—¿Qué diablos eres? —chilló. Lo miraba como si fuera un monstruo de otro planeta—. ¿Qué fue lo que hiciste?

—Los destrocé a todos a golpes —se limitó a decir Raidel, encogiéndose de hombros, como si fuera lo más natural del mundo—. Resultaron aún más débiles de lo que creí, pero no se preocupe que estarán bien.

El arbitro se quedó tan estupefacto que no supo qué responder.

Raidel caminó con un aire imponente hacia una esquina en donde se sentó apoyado en un tronco.

Y entonces se escucharon murmullos provenientes de todos lados. Raidel no pudo contener la sonrisa, pensando que debía de haberse ganado una muy buena reputación.

El arbitro pidió la atención de los presentes.

—Bueno, ahora que la Ronda de Eliminación ha terminado... ya pueden irse a sus casas —tragó saliva—. Como está previsto, las Semifinales empezarán mañana a la misma hora...

Pero Gault dio un golpe al suelo con tanta fuerza que había resonado por toda la plaza.

—¡A mi no me jodas! —rugió—. ¿Acaso eres sordo? ¡Ya te he dicho que no puedo esperar hasta mañana para obtener mi dinero! Además, las cosas se están poniendo bastante interesantes —por un instante regresó a ver a Raidel y luego volvió a mirar al arbitro—. ¡Así que si no continuas ahora mismo el torneo, te tiraré a golpes los dientes que no te pude sacar la otra vez!

El arbitro soltó un alarido de terror. Por lo que parecía, el simple recuerdo lo horrorizaba.

Raidel no se había dado cuenta hasta ahora que el pobre del arbitro estaba chimuelo. Le faltaban la mitad de los dientes...

—Lo haré... lo haré... pero no me golpees —chilló el arbitro.

—Así me gusta, haciendo caso a lo que uno se te dice.

Sin más opción, el arbitro anunció el inicio de las semifinales.

El primer combate iba a ser de Gault contra el sujeto de la barba grande y enmarañada que llevaba consigo una pequeña espada.

Pero antes de que subieran al cuadrilatero, el hombre de la barba se acercó a Gault.

—Así que crees que puedes hacer lo que se te da la gana, ¿no? —dijo—. Tus amenazas al arbitro solo demuestran lo idiota que eres...

Gault le tiró un repentino golpe, pero por lo que parecía, su oponente ya se esperaba tal reacción, porque lo esquivó sin mucha dificultad.

—No voy a esperar subir al cuadrilatero —dijo Gault, furioso—. ¡Te voy a matar aquí y ahora, maldito gusano!

El barbudo desenfundó su pequeña espada.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora