✡ LXXXVIII

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Capítulo 88: Regreso

Con ojos adormilados, el conductor miró su reloj de arena.

Faltaban tres minutos para la medianoche.

—Es una pena —murmuró el hombrecillo, mientras despertaba a los caballos y se preparaba para marcharse—. No llegaron a tiempo...

El desierto se encontraba vacío y silencioso. Y de esa manera había estado todo el día. El conductor no había visto a ningún animal en todo el tiempo que llevaba allí esperando. Todo lo que alcanzó a distinguir fue un punto negro moviéndose en el horizonte... pero nada más.

Los había esperado más de doce horas, pero ellos no habían aparecido.

Y fue justamente cuando el anciano subió al caballo, listo para irse, que escuchó movimiento a lo lejos.

Varias decenas de criaturas indistinguibles corrían hacia él con suma rapidez.

Eran centauros.

—¡Demonios! —murmuró el hombrecillo, convencido que aquellos monstruos estaban ahì para matarlo, pero entonces le pareció ver a alguien conocido que iba sobre el lomo de un centauro de pelaje completamente blanco.

—¡HEY! ¡AQUÍ! —gritó el muchacho—. ¡SOY YO! ¡SOY RAIDEL!

El conductor se quedó con la boca abierta. ¿Cómo había logrado hacerse amigo de esas bestias?

Subalia

El rey Dyler se encontraba en sus aposentos con cara de perro rabioso.

Uno de sus mensajeros lo había despertado en medio de la noche para darle la terrible noticia.

El regordete del rey se incorporó de la cama, mientras se ajustaba sus calzones de de seda blanca.

—Esto debe ser... Esto debe ser... una pesadilla.

—Le aseguro que no, su majestad —dijo el mensajero en tono fúnebre.

Dyler dio varios pasos hacia él para encararlo.

El mensajero retrocedió, algo nervioso. Pese a que el rey era un tipo bajito y tan gordo que parecía un payaso de circo, seguía siendo el rey.

—¿Me quieres decir que Naikon ha... fallado?

—Los rumores dicen que él ha muerto, su majestad.

—¿Naikon muerto? —El rey se quedó pasmado, mirando un punto fijo en el suelo, como si jamás hubiera pensado en aquella posibilidad.

—En estos momentos los supervivientes están regresando...

El rey dio media vuelta y se sentó en su cama, abatido. Y por unos minutos no dijo ni una sola palabra.

Sin duda le estaba demorando su tiempo digerir semejante noticia.

Pero al final rompió el silencio:

—Y.. ¿qué hay con Ludonia? —dijo en un murmullo apenas audible.

—Según el mensaje enviado por uno de nuestros Generales, las bajas del ejército enemigo fueron de casi el doble que las nuestras.

—¿Entonces por qué demonios nos derrotaron? —quiso saber Dyler, desesperado.

—Alguien mató a Naikon.

—¡Demonios!, él era invencible... era como un dios... ¿quién pudo...?

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora