✡ XXI

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Capítulo 21: Prisión

Las mazmorras subterráneas a las que fueron llevados estaban divididas en cientos de pequeñas celdas oscuras y mugrientas que apestaban a orina y podredumbre. Eran tan diminutas que apenas había en dónde poner un pie.

Como no habían camas tuvieron que hacerse sitio en un rincón, y allí pasar la noche en una total y completa oscuridad.

Pese a que las celdas se encontraban tan cerca las unas de las otras y de que habían tantos prisioneros, el lugar estaba en un absoluto silencio.

Raidel no pudo conciliar el sueño aquella noche. Sus pensamientos iban y venían. Se preguntaba qué le depararía la mañana siguiente. Sea lo que fuere, no debía ser muy agradable. Por las palabras dichas por uno de los Capitanes de Escuadrón aquella mima tarde acerca de que Stanferd iba a estar presente en el juicio de mañana, se podía deducir que el desgraciado ya había despertado. Seguro que estaría más furioso que nunca e intentaría convencer al rey por todos los medios posibles (si es que no lo hizo ya) de que lo mataran junto con Dantol y Threon. Se mirase por donde se mirase, la situación era horriblemente mala.

Pocas opciones le quedaban ya. Pensó en romper los barrotes y salir huyendo. Abandonaría el reino y se iría a ocultar a alguna parte... Pero deshechó esa idea tan rápidamente como la había concebido. Él lograría escapar, de eso no le cabía la menor duda, pero ¿qué diablos pasaría entonces con Threon y Dantol? ¿Se los llevaría también? No, eso sería demasiado difícil, por no decir imposible.

Ya que era Capitán de Escuadrón, Dantol debía ser un muy buen guerrero. Pero Threon... —regresó a ver al lugar en el que debía estar encerrado en una celda. Estaba tan oscuro que Raidel apenas alcanzaba a ver su propia nariz—. Dudaba que Threon fuera lo suficientemente fuerte como para sobrevivir si huían con él.

Threon era un soldado de nivel "promedio", por decirlo con palabras suaves. Es decir, era un completo debilucho en todo el sentido de la palabra.

Si huían seguramente tendrían que enfrentarse contra montañas y montañas de guerreros para salir del reino. Y si así era la situación, Threon moriría ni bien saliese de su celda.

Así que la opción de huir quedaba prácticamente descartada.

A Raidel solo le tocaba esperar lo mejor y prepararse para lo peor.

Y mientras transcurrían las horas de la madrugada, Raidel decidió que lo mejor que podía hacer era simplemente quedarse quieto y esperar a que lo llevasen al juicio. Albergaba todas sus esperanzas en que el rey resultase ser una buena persona y los dejara ir, pero si no era así... —Raidel se tumbó en el suelo, abatido— ...Si no era así, Raidel no sabría que hacer. ¿Qué podría hacer en una situación como esa? ¿Acaso había una opción viable? ¿Habría una escapatoria? Si la había, Raidel no la había encontrado.

Estaba todo perdido.

En los siguientes minutos, Raidel se recostó más en aquel suelo nauseabundo, y no pensó en absolutamente nada. Simplemente no había escapatoria. El rey era quien, después de todo, decidiría si vivían o morían. No había nada que podían hacer si él decidía matarlos...

El silencio se prolongó. Ahora era ya casi insoportable. Raidel no escuchaba ni un pequeño ruidito que proviniera de alguna de las celdas ni mucho menos de las de sus compañeros. Era como si se encontrara completamente solo en aquel lugar... como si todos hubieran muerto repentinamente.

Y eso solo delataba que sus compañeros estaban abatidos y que habían perdido todas las esperanzas de vivir mucho mas tiempo, aceptando así su cruel destino de morir al día siguiente en la hoguera.

Sabía de alguna forma que ellos tampoco podían pegar el ojo, y que tal y como él, se la pasaban pensando continua e ininterrumpidamente, por lo que no hacían ni un solo ruido. Quizá estuvieran ideando planes de escape o simplemente rememorando los mejores momentos de sus vidas.

Y tras pensar más detenidamente la cuestión, Raidel concluyó que esto era su culpa y solo suya. Era su culpa que ambos soldados estuvieran tras las rejas. Si él no hubiera llegado a Ludonia nada de esto hubiera pasado... Pero ya no había vuelta atrás. Lamentarse ahora por lo ocurrido en el pasado era absurdo. Lo que debía hacer era pensar en el futuro y remediar todo lo que todavía estuviera a su alcance: Debía de salvarlos a ambos. Definitivamente lo haría... así tuviera que sacrificar su propia vida en el intento.

Raidel contempló el agrietado techo de la celda un buen rato. Algo le molestaba.

Los salvaría, por supuesto. ¿Pero cómo diablos lo haría?

La única opción factible que Raidel había visto de que todos ellos sobrevivieran era la ya mencionada piedad del rey. Pero sus esperanzas en esa opción empezaban a resquebrajarse lenta y dolorosamente. Ahora recién caía en la cuenta de que si el rey era amigo del desgraciado de Stanferd, entonces no debía ser precisamente una persona muy compasiva ni bondadosa, ¿no? Seguramente era un rey cruel y déspota, tal y como su "amigo" Stanferd. Por algo debía ser su amigo, ¿cierto?

Raidel se revolcó en el sueño, completamente desesperado. Por más que buscaba una solución no la hallaba.

Y según sus cálculos, faltaba media hora para el amanecer, la hora exacta en la que los guardias los sacarían de sus celdas para su visita al Salón del Juicio, en el que serían condenados o absueltos.

Faltaba tan poco tiempo y no se le ocurría nada... nada de nada. Raidel se estrujó los cabellos con ambas manos.

Los minutos parecían pasar más rápido que nunca.

Y fue después de algún tiempo que, mientras los primeros rayos de luz se filtraban por las puertas que daban al piso superior, se le prendió el foco a Raidel. Se le ocurrió una idea descabellada e infantil, pero era mejor que nada.

Y entonces los guardias llegaron. Eran algo más de quince y venían armados con espadas, las cuales estaban ubicadas en la cintura o espalda.

Los tres prisioneros fueron sacados de sus celdas uno por uno. Primero salió Dantol. Raidel sospechaba que él era considerado como el más "peligroso" y por ello era llevado primero.

Iba encadenado hasta los dientes. La noche anterior no le habían retirado los grilletes de las manos ni de los pies; Es más, hasta le habían puesto uno extra en el cuello.

Por la manera tambaleante en que caminaba y por sus enormes ojeras, Raidel confirmó su sospecha de que él tampoco había dormido nada.

Tenia una expresión devastada en su rostro. Sin duda, ya se había preparado para morir.

Después de él hicieron salir a Threon, a quien no se le veía mucho mejor que su compañero.

Por último, salió Raidel. Por la forma en que los guardias lo veían con esas miradas tan fijas y llenas de algo parecido a lo que hay entre el asombro y el miedo, Raidel se pudo dar cuenta que ya todos ellos sabían de la lucha que él tuvo contra Stanferd.

Al salir de las mazmorras, los tres fueron nuevamente llevados al carromato de los prisioneros en el que irían al Salón del Juicio.

En el trayecto no pudieron charlar con libertad porque allí dentro con ellos iban algunos guardias.

Raidel no pudo anunciar su plan.

Aunque aquello carecía de importancia. Esto lo iba a hacer él solo de todas formas.

Su plan consistía en que si el rey los mandaba a matar, Raidel iría hasta él y lo tomaría como rehén. De esa forma exigiría que los dejaran salir a los tres del reino o que sino lo mataría.

Un plan que sin duda era algo infantil.

Pero había que conformarse con lo que había.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora