✡ XXIII

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Capítulo 23: Juicio y Condena

—Esto es malo... esto es muy malo... —murmuró Dantol viendo a su alrededor—. ¿Por qué están aquí treinta Capitanes de Escuadrón y dos... dos... dos Generales de División?

Hablaba para sí mismo, sin embargo el rey pareció haberlo escuchado, porque dijo:

—Ah, eso —hizo un ademán para quitarle importancia—. Resulta que estabamos en una reunión antes de que ustedes llegaran —se encogió de hombros—. Ya sabes. Pocos son los Capitanes de Escuadrón que cometen traición. Los llamé porque quería pedirles su opinión al respecto.

Dantol se revolvió de la desesperación. Ni siquiera había empezado el juicio todavía y ya lo estaban acusando de cometer "traición". Esto era intolerable. Regresó a ver a Stanferd con rabia. De seguro ese miserable imbécil le había lavado el cerebro.

—Bien, empecemos —dijo el rey, juntando las manos sobre el regazo—. Pero primero y antes que nada, quiero escuchar la presentación del muchacho.

Raidel se sobresaltó ligeramente. No esperaba que el rey lo nombrara tan repentinamente.

Tomó una bocanada de aire antes de empezar. Nunca había hablado con alguien tan importante como un rey.

—Me llamo Raidel y soy... soy... —miró alrededor como si estuviera buscando ayuda sobre qué era lo que podría decir. Al final no se le ocurrió más que lo mismo de siempre—. Solo soy un viajero.

—Pfff! —dijo Stanferd, meneando la cabeza de un lado a otro.

—Así que un viajero, ¿eh? —el rey parecía interesado—. ¿De dónde vienes? ¿Dónde naciste? 

Raidel no confiaba en desconocidos, así que dijo lo primero que se le ocurrió:

—Vengo de un pequeño y casi olvidado pueblo ubicado en las altas montañas al sureste de aquí —mintió—. Es un pueblo tranquilo y humilde. Allí pasé gran parte de mi vida. Y luego que abandoné mi hogar me convertí en un viajero.

—¿Y por qué estás aquí? ¿Exactamente qué fue lo que hizo que vinieras a mi reino? ¿Alguien te convenció? ¿O tienes algo que hacer en Ludonia? —inquirió con los ojos entrecerrados, escudriñándolo con la mirada.

Raidel regresó a ver a Threon de reojo, preguntándose si sería buena idea contarle la verdad al rey. Threon le había dado la localización del reino, pero si le contaba eso al rey podría peligrar la vida de Threon, ya que eso lo involucraría en este asunto... Lo convertiría en el causante de todo.

Raidel meditó por unos segundos. Ahora que lo pensaba, ese Stanferd y el guardia sobornado que los había delatado ya debían saber que Threon había sido el que le dio la ubicación de Ludonia. Y esos dos seguramente ya debieron haberle contado todo eso al rey, por lo que no tenía ningún caso mentir. Debía decir la verdad. Era lo mejor que podía hacer en esta situación.

—Hace unos días, en un pueblo llamado Windel, Threon me dio la localización del reino —dijo Raidel con toda la tranquilidad de la que fue capaz—. Así que pensé en venir a...

—En venir a destruir y golpear todo lo que se encontrase a tu paso, ¿no? —lo interrumpió Stanferd con un bufido.

—¡Cállate Stanferd! —gritó Threon inesperadamente—. ¡Todo esto es tu maldita culpa! ¡El chico solo quería venir a formar parte del ejército, pero tú te empeñaste en querer que fuera tu "comediante personal"! —soltó una risa amarga—. Y por más que te demostró que era más que apto para ser un soldado, tú jamás lo admitiste... hasta que te dio la paliza que te merecías. Después de unos pocos segundos de golpes, tú ya estabas tirado en el suelo, chillando por tu mami.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora