✡ LXXXIII

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Capítulo 83: El Inicio del Fin

Una veintena de Ogros eran los que se encontraban golpeando la puerta de la muralla con sus inmensos mazos de hierro. Y a esos se les sumaban los Ogros que venían por la parte de atrás.

El numeroso ejército de Subalia, el cual se había quedado muy atrás gracias a Legnar, Toren, Karson y Kren, quienes los habían espantado, ahora se encontraban dirigiéndose nuevamente hacia la muralla, al tiempo en que soltaban estruendosos rugidos de guerra y gritaban nimiedades sobre la victoria de Subalia.

Mientras tanto, la puerta de la muralla resonaba una y otra vez tras los innumerables porrazos de las bestias asesinas. Y no transcurrieron más de diez segundos cuando la madera de roble empezó a astillarse y a ceder...

A continuación, la inmensa puerta de quince metros se salió de las bisagras de hierro que la sostenían en pie, de forma que ésta se derrumbó hacia adentro, lo que hizo visible al ejército de Ludonia que los estaban esperando del otro lado.

Y ya sin nada que impidiera su entrada a Ludonia, la tropa de despiadados Ogros marchó hacia los aterrorizados de sus oponentes.

Y detrás de las bestias, iba el ejército de Subalia, cuyas energías se habían renovado una vez más tras la llegada de Naikon, quien había dado la vuelta a su favor a esta guerra.

Karson, El Cara Quemada, y Kren, el Maestro de Armas, se encontraban al frente del ejército de Ludonia.

—¡Recuerden! —rugió Karson, en dirección a todos sus soldados, quienes estaban estáticos en una formación defensiva—. ¡No podemos retroceder pase lo que pase! ¡Esta es la última línea de defensa! ¡Si nosotros fallamos aquí, Ludonia caerá inevitablemente!

Kren se hallaba a su lado, inexpresivo, preparándose mentalmente para la última batalla. La verdad era que para él había sido todo un honor haber luchado en Ludonia, pero ya no guardaba muchas esperanzas de ganar esta guerra. Las fuerzas de Ludonia se habían reducido considerablemente. Habían empezado con ocho mil hombres, pero ahora solo seis mil seguían en pie... tal vez cinco mil. En cambio, Subalia debía tener a diez mil o nueve mil guerreros con vida... sin mencionar a toda esa horda de setenta Ogros... Kren estaba seguro que este era el fin. Sin embargo, no se retiraron. Si huían, Ludonia sería conquistada.

Y cuando las bestias derribaron la puerta, corrieron hacia ellos con una furia asesina nunca antes vista. Querían matarlos a como diera lugar para así recuperar su libertad... o al menos eso les habían prometido los soldados de Subalia.

Por su parte, los guerreros defensivos los esperaron impasibles en sus puestos. Tenían las mandíbulas bien apretadas, y sus brazos estaban firmes, sujetando sus armas con fuerza. Los hombres de la vanguardia llevaban grandes escudos rectangulares consigo, con los que esperaban bloquear los ataques de las bestias. También portaban largas y puntiagudas lanzas que les ayudarían para no tener que acercarse demasiado a los Ogros.

Y conforme las bestias se acercaban a ellos, los soldados de Ludonia empezaron a notar el leve temblor del suelo bajo sus pies, producto del desplazamiento de toda aquella masa de pesados Ogros.

Hasta que finalmente ambos bandos se encontraron.

El acero chocó contra el acero. Las espadas despedazaron la carne. El campo de batalla se tiñó de sangre. Horribles gritos de dolor de hombres y bestias se levantaron al cielo en una salvaje melodía infernal.

Y allí, en medio de tal matanza, pocos fueron los que notaron que el gigantesco dragón azul estaba descendiendo al campo de batalla.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora