✡ LXVI

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Capítulo 66: Mensaje

Ludonia

Uno de los mensajeros del rey Lakmar se aproximó a toda prisa al Salón del Trono. Iba jadeante y sudoroso por el gran esfuerzo que le suponía subir corriendo todas esas cientas de gradas que habían en el Palacio Real. Él era el primero que reconocía que no estaba en su mejor forma. Se trataba de un hombrecillo pequeño y cabello entrecano, cuya calvicie ya se estaba empezando a manifestar.

Y una vez que al fin llegó a las puertas del Salón del Trono, con la parte trasera de la camisa empapada de sudor, les gritó a los guardias atropelladamente:

—¡Abran la puerta! ¡Abran la puerta! ¡Mensaje urgente!

Ambos soldados que estaban montando guardia en aquel lugar se miraron entre ellos por un segundo y luego abrieron la puerta sin la prisa que al mensajero le hubiera gustado.

Una vez el hombrecillo hubo entrado, el rey lo miró con aburrimiento desde su trono alto. Al parecer, no percibió la expresión de preocupación y urgencia del mensajero. El anciano estaba acompañado de doce soldados. Entre ellos se encontraba nada menos que el grandulón de Toren Grimerd con su armadura plateada de General.

—No, señor, no hay novedades con respecto a ese tema —estaba diciendo Toren en ese momento. Se hallaba agachado y con una rodilla pegada al suelo en señal de reverencia, pero incluso en esa posición seguía viéndose intimidante—. Al parecer, eso del golpe de estado era solo un simple rumor sin fundamentos. Una mentira.

El viejo rey despegó la vista del mensajero para luego volver a fijarse en Toren.

—No parece que sea solo una simple mentira —gruñó Lakmar, bastante enfadado—. Últimamente han habido demasiados rumores que apuntan a que habrá un golpe de estado. Mis fuentes confiables me informan de que hay miles de ciudadanos de mi propio reino que quieren derrocarme. ¡Derrocarme a mí! —golpeó con fuerza el reposa brazos de su trono—. Y lo peor de todo es que se dice que el que está al mando de todo este maldito complot es un General de mi ejército... ¿Acaso no serás tú?

—Claro que no, señor —dijo Toren, imperturbable.

El anciano prosiguió, enloquecido por la furia:

—¿Quién demonios es capaz de...?

—Señor, lamento interrumpir, pero tengo un mensaje urgente. Muy urgente... —dijo el mensajero, levantando la carta que llevaba en la mano.

—Ahora no, demonios —gruñó Lakmar—. Nada puede ser más urgente que esto.

—Por desgracia, sí, señor. Hay algo mucho más urgente que requiere nuestra completa e inmediata atención.

Lakmar lo ignoró por completo, y siguió en lo que estaba:

—En fin, estos golpes de estado no son nuevos, desde hace muchos años atrás que vienen aconteciendo, uno tras otro. Sin embargo, se dice que el de esta vez será mucho peor que el de todas las anteriores juntas.

—No obstante no se ha encontrado ninguna evidencia sólida que apoyen esos rumores de golpe de estado —insistió Toren—. En mi opinión no hay que darles más importancia de la que se merece cualquier rumor sin fundamento.

El anciano se detuvo a pensar por un momento.

—Eso es cierto —tuvo que reconocer—, pero de algún lado deben de salir tantos rumores iguales, ¿no crees?

—Tal vez algún payaso esté esparciendo la mentira —sugirió Toren—. Ya sabes que este tipo de rumores se esparcen como fuego en el bosque. Además no resulta creíble que miles de ciudadanos se estén preparando para algo tan grande, pero que de ello no haya nada más que rumores. Es absurdo, si me lo permite decirlo de esa forma.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora