✡ XIV

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Capítulo 14: Ludonia

En la cima de la montaña en la que estaba de pie, Raidel contempló Ludonia en todo su esplandor. Desde ahí observó la muralla que rodeaba el reino, las casas, calles, el Palacio Real... hasta pudo ver a algunas personas que se veían tan pequeñas como hormigas.

Era un lugar gigantesco.

Y entonces se dispuso a bajar de la montaña para entrar al reino, mientras se preguntaba si tendría problemas para ingresar. Habían varios guardias en los puestos de vigilancia de la muralla, y todas las puertas estaban cerradas. Quizá no dieran paso a cualquier persona. De ser el caso, tendría que idearse una manera de convencerlos... y si no funcionaba tal vez entraría por la fuerza. Haría lo que fuera necesario.

Ya bajo la montaña, caminó hacia la muralla. Cuando estuvo lo suficientemente cerca vio como las miradas de los guardias se volvían hacia él. Sus expresiones delataban extrañeza.

Raidel caminó hasta quedar en frente de la enorme puerta que medía casi tanto como la misma muralla. Estiró un brazo y tocó la madera. Era gruesa, dura e imponente. Debía ser de roble.

—¿Qué diablos crees que haces, mocoso? —le dijo uno de los guardias desde su puesto de vigilancia. Raidel se fijó en que lo miraba con asombro. Más específicamente miraba con asombro a su color de cabello, tan rojo como la sangre—. No sé si lo sepas, pero aquí no se admiten a vagabundos ni a mendigos.

—¡Yo no soy ningún vagabundo! —aclaró inmediatamente, no sin una chispa de enfado—. Soy un viajero.

—Viajero, vagabundo... es la misma mierda a la final —dijo un segundo guardia que estaba en el mismo puesto de vigilancia—. Lo único que los niñitos huérfanos como tú saben hacer es buscar el mejor sitio para mendigar o robar. De ahí que son "viajeros" —escupió al suelo.

—Así es —corroboró su compañero—. Aquí no queremos a mendigos ni a ladrones. A esos los echamos a patadas... solo saben perturbar el orden y escapar de la justicia. Si alguien quiere entrar en este reino debe de tener una profesión... O por lo menos, debe de saber hacer algo útil que ayude a la sociedad... —lo miró de arriba hacia abajo—. ¿Qué diablos sabes hacer tú, niñato? —soltó un bufido de burla y desprecio.

Raidel se mordió el labio inferior, tratando de controlar su ira. Si tan solo esos idiotas supieran de lo que él era capaz...

—Soy bueno en los combates —dijo—. Y también sé usar la espada. Podría trabajar en el ejército.

Ambos guardias soltaron una carcajada.

—¿Oíste eso, compañero? ¡El enano quiere ser un soldado! —seguía riendo como si fuera el chiste más gracioso que había escuchado jamás.

Las risas habían atraído a más guardias, quienes no tardaron en enterarse de lo que estaba pasando.

Raidel ya estaba furioso.

—Bien, bajen aquí y les demostraré mis habilidades. Les aseguro que no me lograrán hacer ni un rasguño ni aunque todos ustedes luchen juntos.

Se hizo un corto silencio, y al instante siguiente los diez guardias presentes estallaron en interminables carcajadas.

—¿Escucharon lo mismo que yo? ¡El enano quiere mostrarnos sus "habilidades"! Jajajajajajajajajajaja —rió.

—¿Qué está sucediendo? —preguntó un guardia que estaba bajo la muralla, al otro lado de donde se encontraba Raidel.

—¡Ven y mira esto! —le dijo uno de sus  compañeros—. ¡Aquí tenemos un comediante!

Eso había sido suficiente. Raidel sacó su espada de la pequeña mochila que llevaba y la desenfundó. El filo brilló bajo la luz del sol.

Las risas cesaron tan repentinamente como habían empezado.

El ambiente cambió abruptamente.

Ahora lo miraban con el ceño fruncido.

Había sido uno de los guardias el primero en romper el silencio:

—Parece que este idiota está pidiendo a gritos que le den una buena paliza —dijo.

—Yo me encargo —dijo el de al lado—. Aunque algo me molesta —miró la resplandeciente espada—. ¿En dónde habrá robado esa arma? A simple vista se ve que tiene un poderoso filo. Aunque no es solo eso —entrecerró los ojos—. Su aire es majestuoso...

Los guardias se encogieron de hombros, indiferentes.

—Bueno, ¿y qué diablos importa a quién la haya robado? Solamente hay que darle la buena paliza que necesita para que nunca más se le ocurra volver aquí.

Pero cuando ya se disponían a bajar para pelear, uno de los guardias subió a mirar qué estaba ocurriendo... y Raidel lo reconoció. Era Threon, él que había luchado contra Raidel en la semifinal del torneo del pueblo, el mismo sujeto que le había dado el nombre y la localización del reino.

Y al parecer Threon también le había reconocido porque se había quedado con la boca abierta.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora