✡ XI

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Capítulo 11: La Gran Final

Sí, definitivamente algo no andaba bien en todo esto, pero ¿qué era? Raidel no estaba muy seguro. 

Gault interrumpió sus cavilaciones, diciendo:

—¿Qué sucede, mocoso? ¿Acaso el gato te comió la lengua?

Raidel frunció el ceño. Ya creía saber lo que andaba mal. Ahora solo tenía que comprobarlo.

—¿Por qué no vienes y atacas de una vez por todas? —dijo Raidel, componiendo una repentina sonrisa—. ¿O es que acaso estás esperando a que me haga tan viejo como tú para empezar la pelea?

—¿Viejo? ¿Yo? —repitió Gault con indignación—. Maldito mocoso...

Gault lanzó un golpe, pero Raidel apenas movió su cabeza para esquivarlo.

—Pfff. Vaya, ni siquiera mi abuela es tan lenta... —se quejó Raidel—. Los rumores de que eres como una tortuguita eran ciertos después de todo...

—¡Cállate, gusano maldito! —gritó Gault en un gruñido estridente.

Le lanzó más golpes, pero Raidel los iba esquivando todos, uno tras otro. Por como se movía, parecía que le era más fácil esquivarlos que respirar.

Gault detuvo sus ataques por un momento, estaba visiblemente sorprendido.

Raidel soltó un profundo bostezo.

—Me está entrando sueño —anunció—. ¿Qué tal si mejor me voy a dormir a la esquina mientras tú peleas con... no sé... una pulga?

—¡TE VOY A MATAR, ENANO DE MIERDA! —gritó Gault a todo pulmón.

Al instante empezó a tirar un combo de golpes y patadas. Esta vez si parecía ir en serio dado lo enfadado que estaba. Sus ataques eran tan poderosos que hacían silvar el aire. Sin embargo, eran demasiado lentos. Raidel pensó que eso quizá era porque Gault era demasiado grande y pesado. Eso tal vez le diera fuerza, pero le quitaba velocidad y agilidad. Ese era el precio que había que pagar por tener semejante fuerza.

Gault parecía cada vez más irritado, puesto que no había conectado ni uno solo de sus ataques. En un momento dado, lanzó una patada descendente, la cual Raidel volvió a esquivar, haciendo que su pie impactara contra el suelo.

Raidel vio, con solo un poco de asombro, que la patada de Gault había destruido la parte del cuadrilatero (hecho de piedra) a la que había golpeado. Sus ataques eran bastante poderosos...

...Pero no lo suficiente.

Raidel retrocedió unos pasos.

—¿Este es todo tu poder? —le preguntó—. ¿Estás usando toda tu fuerza?

—¿Qué se supone que significa eso? —rugió Gault—. ¿Acaso te estás burlando de mí?

Eso quería decir, pensó Raidel, que sí estaba usando toda su fuerza.

Raidel soltó un suspiro.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora