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Capítulo 80: La Furia de Naikon

Tras un extraordinario salto, Naikon cayó sobre la cima de la muralla con gran potencia, chocando contra el suelo de piedra como un misil. Tres personas, quienes tenían la desgracia de estar en medio de la trayectoria, murieron en el acto al recibir el poderoso impacto.

Naikon ya estaba en Ludonia.

Dantol y Threon, quienes seguían debajo de la muralla con los demás soldados de la retaguardia, observaron la llegada del Comandante enemigo con los ojos entrecerrados.

—Carajo, si hubiera sabido que las cosas se iban a poner de esta manera, habría traído una caja de cervezas para contemplar esta magnífica guerra como se debe —dijo Threon, sonriente.

—¿Cómo demonios no se me ocurrió antes? —replicó Dantol, meneando la cabeza de un lado a otro—. Es una verdadera lástima que no tenga uno de esos malditos Bolsillos Interdimensionales... ¡Ahí podríamos guardar todas las cervezas del mundo!

Pero Threon estaba demasiado ocupado viendo al frente como para prestarle atención.

—Por lo visto, Legnar no tiene intenciones de luchar contra Naikon... Y eso solo puede significar una cosa...

Dantol terminó la frase por él:

—La masacre está apunto de empezar...

Trescientos guerreros de Ludonia rodearon instantáneamente a Naikon.

El Comandante simplemente sonrió, mientras la piel de todo su cuerpo se hacía plateada: se había transformado en hierro.

—Dar la vuelta a esto será muy fácil —dijo con tranquilidad—. Tan fácil que va a ser aburrido.

—¡Aniquilen a ese demonio! —gritó uno de los Capitanes de Ludonia.

Apenas habían podido parpadear cuando Naikon mandó a volar a tres soldados de un sonoro puñetazo, quienes salieron despedidos por el impacto, y luego cayeron inevitablemente al vacío.

Los demás le quedaron mirando con evidente asombro reflejado en sus rostros. El ataque del Comandante enemigo había sido tan rápido que nadie lo había podido ver. No sabían si había sido un golpe, una patada o alguna otra cosa.

—Está bien, está bien —dijo Naikon, mientras bajaba sus brazos plateados, uno a cada lado del cuerpo. Parecía que se estaba rindiendo—. Les daré algo de ventaja. No me moveré nada en lo absoluto. No moveré ni un dedo en su contra aunque ustedes intenten matarme, ¿qué dicen? —esbozó una siniestra sonrisa—. Pero solo van a tener una oportunidad de matarme, y si fallan serán brutalmente aniquilados.

Los guerreros se miraron entre ellos con escepticismo. ¿Esa propuesta iba en serio? Aunque realmente no importaba. Ya sea que fuese verdad o no, Naikon debía ser eliminado lo antes posible, por lo que varias decenas de soldados se abalanzaron contra él, con sus espadas en lo alto.

Tal y como lo prometió, Naikon no movió ni un dedo.

Sin embargo, antes de que los soldados pudieran llegar hasta él, una gigantesca llamarada de fuego cayó del cielo y envolvió a cincuenta de los presentes... incluyendo al propio Naikon.

Con las llamas de fuego cubriendo sus cuerpos, los desafortunados soldados se sacudieron violentamente, en un inútil intento por deshacerse de las llamas que consumían sus vidas.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora