✡ LXXVI

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Capítulo 76: La Legendaria Espada de Viento

Sylfer miró a su compañero con una expresión devastada en el rostro.

—Nuestra misión... ha fracasado —le informó con gran pesar. Sus palabras estaban cargadas de un elevado grado de frustración e impotencia. Él sabía mejor que nadie lo que este fallo iba a significar para ambos—. Ahora que no hemos encontrado ni una sola planta, los centauros nos matarán en cuanto volvamos a subir a la superficie...

—¡Al diablo con los centauros! —escupió Raidel—. ¿Qué le sucederá a la princesa?

Sylfer bajó la mirada al piso.

—Tú sabes que hicimos todo lo que pudimos —se limitó a decir.

Raidel fue hasta el enano y le propinó una bofetada, la cual no fue tan fuerte como para hacerle daño, pero sí lo suficiente para dasconcertarlo.

—¿Qué diablos...? —dijo Sylfer, tocándose la mejilla golpeada. Retrocedió unos pasos, cauteloso—. ¿Acaso perdiste el juicio?

—¡Este no es el final! —exclamó Raidel fuertemente. Al parecer no le importaba en lo absoluto que alguna bestia de estas oscuras cavernas lo escuchara—. ¿Oíste? ¡Este no es el maldito final!

—¿Y cuál es la alternativa? —dijo Sylfer, rojo de la cólera—. ¿Quedarse en este lugar un par de años hasta que crezcan cincuenta plantas o subir hasta arriba y enfrentarse contra todo ese ejército de centauros?

Raidel lo pensó por un buen rato.

—¡Debe de haber alguna otra cueva en la que crezcan esas condenadas plantas! —con su dedo prendido en llamas apuntó hacia la entrada de varios túneles que tenían frente a ellos.

—¡No! —dijo Sylfer, sin pensarlo dos veces—. Es peligroso adentrarse más a estas malditas cavernas —su voz tenía un tono que no admitía discusión—. Además no tenemos garantía de encontrar nada...

—¿Peligroso? —se burló Raidel con el ceño fruncido—. ¿Y qué demonios hemos hecho hasta ahora? ¿Pasear en el patio de tu casa?

—¡Ya te lo dije! Estas cavernas son el hogar y refugio de miles de especies de monstruos. ¡Este es el infierno dentro del mismo infierno! No es nada comparado a lo de arriba...

—¿Acaso tenemos una mejor opción? —insistió el muchacho—. Como mencionaste, los centauros nos matarán si no les llevamos sus cincuenta plantas. Tal y como lo veo, no tenemos más alternativas.

Sylfer se mordió la lengua. No quería admitirlo, pero Raidel tenía su punto.

—No estoy convencido. El riesgo de perderse en este maldito laberinto es muy alto...

—Puedo dejar rastros en las piedras —ofreció Raidel, dispuesto a hacer todo lo que fuera necesario. No le importaba si las posibilidades de encontrar una planta eran casi nulas. Él lo intentaría todo.

El enano soltó un suspiro. Y luego reflexionó por unos momentos.

—Está bien —dijo al final, resignado—. ¿Quién creería que vamos a hacer esta locura?

—Entonces en marcha —dijo Raidel, sin querer perder más tiempo.

Raidel y Sylfer se pusieron en movimiento. Tras unos momentos se detuvieron frente a tres grandes y oscuros túneles.

—¿Qué camino escogemos? —dijo Sylfer—. Cada túnel lleva a un lugar diferente...

A modo de respuesta, Raidel entró en el túnel central.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora