✡ XXXVI

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Capítulo 36: Toren Grimerd

—¿Pero qué diablos acabo de escuchar? ¿Estás diciendo que lo conoces? —Dantol estaba incrédulo ante las palabras del muchacho.

—Sí, eso fue lo que dije —repitió Raidel—. Lo vi la otra vez que fui al circo. Allí había un salón subterráneo con una especie de jaula en el centro de éste. ¿Y sabes lo que había dentro de la jaula? Un hombre y un oso luchando a muerte —el simple recuerdo todavía lo intranquilizaba—. Aquel espectáculo grotesco debería de ser considerado como maltrato animal. ¿Te imaginas mi dolor cuando vi a ese pobre oso sufrir y morir ante mis propios ojos sin que yo haya podido hacer absolutamente nada al respecto? ¿Tienes una idea de lo inútil e impotente que me sentí?

Dantol se encogió de hombros.

—Hermano, creo que estás exagerando un poco —dijo para intentar calmarlo—. Así es como funciona el reino animal. Los más aptos sobreviven y los demás mueren. ¿Has oído hablar de la cadena alimenticia?

—Pero esto no tiene nada que ver con ninguna cadena alimenticia... Lo que esta gente hace en estos horribles espectáculos es solo por diversión. No sirve para nada más que para entretener a gente inmunda y perversa.

Dantol observó que, más que intranquilo, Raidel parecía estar fuera de sus casillas.

—No sabía que eras alguna clase de defensor de los derechos animales —dijo Dantol lentamente—. Además supongo que estás al tanto de que los osos no son precisamente unos animalitos amigables, ¿no?

Raidel no dijo nada. Tenía el ceño fruncido y parecía estar meditando seriamente el asunto.

Dantol se apresuró a cambiar de tema.

—Bueno, pero ¿estás seguro que el hombre que viste luchando contra ese oso es de quien te hablo?

—Estoy completamente seguro —Raidel se recostó en la silla—. Era tan alto que al menos debía medir dos metros con diez centímetros. Tenía los músculos muy desarrollados. Y como estaba sin camisa, pude ver las cicatrices de garras que le cubrían casi todo el torso. Además su rostro también estaba lleno de cicatrices. Por cierto, ahora recuerdo que llevaba el cabello largo hasta la espalda.

Dantol tragó saliva.

—Sí, es él —confirmó con la mirada baja—. Él mismo que me humilló en aquel combate... —suspiró—. Tiene los brazos y piernas tan gruesos como troncos, ¿los viste? Es todo un monstruo.

—Debe serlo —asintió Raidel—. No cualquiera puede pelear con los brazos atados tras la espalda y aún así vencer a un Capitán sin llevarse ni un solo golpe en su contra.

—Mira, te voy a dar el mejor consejo que escucharás de mí —juntó las manos sobre la mesa y se inclinó hacia delante—. Jamás en la vida, nunca, nunca jamás se te ocurra enfrentarte a él. Nunca retes a esa bestia infernal, ¿me escuchas? Su fuerza llega a tal punto que hasta los demás Generales lo temen. Por ahí escuché decir que él está en el top 3 de los Generales más fuertes de Ludonia. Es una auténtica bestia monstruosa.

Raidel no pudo evitar sonreír.

—¿Y tú lo retaste?

—Diablos, en ese tiempo no sabía qué tan poderoso podía llegar a ser —se tapó la cara con una mano—. Además mi ego en esa época estaba bastante inflado.

Raidel le quedó mirando.

Dantol asentó su cabeza contra la mesa.

—No es algo de lo que esté orgulloso.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora