✡ XLVI

833 128 6
                                    

Capítulo 46: Los Diez Guardaespaldas

Los días transcurrieron y Raidel no podía dejar de pensar en su encuentro con la princesa Misha; había sido breve pero fantástico, por lo cual había dedicado una o dos horas al día a regresar al patio de entrenamiento del Palacio Real para ver si podía volver a encontrarse con la princesa.

En aquel momento el pelirrojo se encontraba sentado en una esquina del patio del Palacio Real, observando distraídamente una pared desgastada de varios metros de altura, mientras pensaba en la inigualable belleza de la princesa.

Pasaron varios minutos hasta que de pronto escuchó unos pasos que se acercaban lentamente hacia él. Raidel no despegó la vista de la pared, ya que no lo consideraba necesario: Él ya sabía perfectamente quién era. Esa armadura dorada y resplandeciente era visible para su visión periférica.

—¿Qué es lo que haces aquí? —le preguntó Legnar Astrom con brusquedad.

—Estoy contemplando el maravilloso paisaje —replicó Raidel con tranquilidad—. ¿Tienes algún problema con ello?

Legnar le echó un rápido vistazo a la pared que estaba mirando Raidel.

—No sé qué es lo que tramas, pero será mejor que te retires de aquí cuanto antes —decretó el Comandante.

—¿Por qué lo haría? —dijo Raidel—. ¿Acaso esta es tu casa?

Legnar entrecerró los ojos.

Raidel clavó su mirada en él. Bajo la luz del sol, esa armadura dorada parecía brillar más que nunca.

—Como Capitán, tengo el derecho de estar aquí todo el tiempo que me de la regalada gana, así que te aconsejo que te acostumbres a mi presencia.

—Si no te largas ahora mismo, te sacaré a patadas —lo amenazó Legnar.

—¿Sacarme a patadas? —repitió Raidel con incredulidad—. ¿De qué estás hablando? Yo puedo matarte en menos de lo que a ti te demora tirarte un pedo.

—¿Ah, sí? —dijo Legnar—. ¿Por qué no me pruebas, chiquillo insolente? —a continuación el Comandante abrió los brazos de par en par—. Te voy a dar la oportunidad de golpear en dónde tú quieras, mocoso.

Raidel se puso en pie de un salto. Posteriormente (llevado por el deseo y la emoción de poder obtener el rango de Comandante), el muchacho dio un golpe con todas sus fuerzas en las costillas de Legnar.

El impacto había sido tan brutal que el estruendo había resonado por todo el patio de armas.

Tras el golpe, Legnar no se había movido ni un centímetro. Seguía allí parado con los brazos extendidos y con una sonrisa en el rostro.

—Ouch —dijo sarcásticamente el Comandante—. ¿Y ahora qué?

—Bueno, ahora se supone que debes de tirarte al piso y chillar del dolor —dijo Raidel.

Legnar le quedó mirando por unos cuantos segundos y luego soltó una sonora carcajada.

—Los rumores de que eres un payaso eran ciertos después de todo... —aún seguía riéndose.

—Un payaso pero con estilo —aclaró Raidel, mientras caminaba en dirección contraria para salir del patio de entrenamiento.

Cuando se hubo marchado del lugar, el muchacho se arrimó contra una pared y se miró el puño con el que había golpeado a Legnar. Había puesto tanta fuerza en aquel ataque que su puño estaba ahora cubierto de sangre. ¿Cómo era posible que Legnar haya quedado ileso tras semejante golpe? ¿Quién diablos era él? Fuera quien fuese era alguien poderoso... sumamente poderoso.

...Tan poderoso que el cuerpo de Raidel se estremeció al analizar lo sucedido.

Al llegar a su casa, Raidel se topó con la sorpresa de que Dantol y Threon estaban esperándolo en la puerta. Por como hablaban entre ellos, el muchacho se dio cuenta de que algo grave debía estar sucediendo.

Cuando lo vieron, Dantol y Threon corrieron a su encuentro. Parecían estar algo agitados.

—¿Qué sucede? —inquirió Raidel inmediatamente.

—Tenemos noticias —anunció Threon con gravedad—. Noticias importantes.

Raidel tragó saliva. Se estaba preparando para lo peor. Seguramente Legnar le había dicho al rey que Raidel "desobedeció" sus ordenes y que incluso hasta lo golpeó abiertamente... Era probable que el muchacho estuviese en graves problemas.

Sin embargo, Dantol se apresuró a aclarar el asunto.

—Nos acaba de llegar un informe de que el rey de Subalia planea venir en persona a nuestro reino para reunirse con nuestro rey —Raidel lo quedó mirando con expresión interrogativa, por lo que Dantol prosiguió—: Según dice el mensaje, el rey de Subalia quiere discutir asuntos de ambos reinos.

Raidel se tomó su tiempo para analizar la cuestión.

—¿Acaso eso no es peligroso para nosotros? ¿Qué tal si el rey de Subalia tiene planeado asesinar a nuestro rey en la reunión?

—Eso es poco probable —dijo Dantol, con un ademán para tranquilizarlo—. Recuerda que él estará en territorio enemigo. Si intenta asesinar a nuestro rey, no saldrá vivo de Ludonia.

El argumento de Dantol era lógico y razonable, pero aún así había algo que dejaba intranquilo al muchacho. No sabía exactamente por qué, pero esto no le daba buen presentimiento.

—¿No me digas que nuestro viejo va a aceptar esa reunión? —inquirió Raidel bastante preocupado.

—De hecho ya la aceptó —dijo Threon con calma—. La reunión está prevista para dentro de unos días —miró la expresión devastada que compuso Raidel—. Bueno, la verdad es que yo también estaba algo preocupado, pero eso solo hasta que supe que durante la reunión nuestro rey estará protegido de cerca por los diez mejores guerreros de todo el reino: El Comandante en Jefe del Ejército de Ludonia, los ocho Generales de División y el Capitán del Escuadrón de Asesinato —sonrió—. Con esos diez desgraciados protegiéndole el culo, nuestro viejo será casi tan intocable como los propios dioses.

Raidel se quedó con la boca abierta. Sí esa información era cierta, entonces él se había preocupado por nada.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora