✡ LXV

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Capítulo 65: Humanos y Centauros

Trescientos robustos centauros armados con todo tipo de armas se dirigían rápidamente hacia los pobres e indefensos de Raidel y Sylfer. Los tenían completamente rodeados. El pelirrojo notó al instante que sus enemigos estaban sedientos de sangre y muerte. Tenían un odio tan tremendo hacia los humanos como él no lo había visto nunca antes.

Desde hacía tiempo que Sylfer ya estaba en posición de batalla. Sostenía ambas dagas frente a su pecho en posición de X. Sus mandíbulas estaban apretadas y sus brazos tensos. La piel de la nuca se le había erizado. Volteó su vista hacia Raidel por un segundo.

—Fue todo un gusto haberte conocido, camarada. Tal vez nos veamos en el otro mundo —le dijo antes de lanzarse al ataque.

Raidel ni siquiera sabía lo que estaba haciendo cuando gritó a todo pulmón:

—¡Deténganse todos! —vociferó con un tono de voz que más parecía una súplica—. ¡Nosotros tenemos lo que ustedes quieren! ¡No van a querer matarnos luego de escuchar esto!

El descomunal ejército de centauros hizo caso omiso a Raidel y continuó con su trayectoria hacia ellos, de modo que el muchacho empezó a desenfundar su guadaña, alistándose para la inminente e inevitable batalla, sin embargo el líder de los centauros, quien se había quedado detrás, en un lugar seguro, gritó con una voz estruendosa:

—¡ALTO!

Al escuchar sus palabras, los centauros se detuvieron en seco, la mayoría de ellos lo hicieron a regañadientes, pero nadie se atrevió a cuestionar ni mucho menos a desobedecer las órdenes del líder, quien era mucho más alto y robusto que los demás centauros, además de que el pelaje de la parte inferior de su cuerpo era completamente plateado, a diferencia de los otros centauros cuyo pelaje era negro o marrón. Raidel pensó que el líder debía de ser algo así como parte de la realeza.

Al ser detenidos contra su voluntad, los centauros, quienes se encontraban ya a pocos metros de Raidel y Sylfer, no les quedó otra opción más que lanzar una mirada mortífera a los dos humanos que se encontraban frente a ellos como si desearan poder asesinarlos con la mirada.

—¿Por qué nos detiene, señor? —refunfuñó con mal genio un centauro con un parche en el ojo.

—Las palabras del humano pelirrojo me parecieron interesantes... además de sinceras —reconoció el líder, acercándose a ellos a paso sereno—. Veamos lo que tiene que decir —se volteó hacia Raidel—. Vamos, habla, que no tengo todo el día, ¿o es que acaso estabas mintiendo y en realidad no tienes nada interesante que decir? —frunció el entrecejo—. Te advierto desde ya que si me has hecho perder el tiempo te mataré yo mismo, maldito gusano.

Sylfer estaba con los ojos muy abiertos, sin poder creerse lo que estaba sucediendo ante sus ojos. ¿Por qué Raidel les había dicho que ellos tenían algo que interesaría a los centauros? ¡La verdad era que no tenían nada! Y aunque lo tuvieran, ellos de todas formas los matarían al final... No conseguirían más que ganar un par de minutos de vida...

Sylfer tragó saliva y rezó para que Raidel tuviera un buen plan, aunque sabía perfectamente que la posibilidad de salir vivos de ésta era tan pequeña como un grano de arena, pero no le quedaba más opción que aferrarse a esa ridícula esperanza.

—¡Mierda! —susurró Raidel por lo bajo para que solo Sylfer pudiera escucharlo—. Estaba tan asustado que ni siquiera sabía qué estaba diciendo. ¿Nosotros tenemos algo que ellos quieren? No lo creo...

Sylfer entrecerró los ojos. Todas sus patéticas esperanzas de poder vivir más tiempo habían sido derribadas en un segundo.

Por su parte, al líder de los centauros ya se le había acabado la paciencia:

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora