✡ XXVIII

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Capítulo 28: El Bestiario y Los Viejos

Los días que siguieron al juicio habían sido un tanto entretenidos. Dantol había tenido razón en que el rey no le otorgaría un rango a Raidel de inmediato, por lo que el muchacho había pasado su tiempo explorando el reino.

Y muy en contra de lo que le había podido parecer en un principio, la verdad era que se había demorado días enteros en recorrer todo el reino. Simplemente era un lugar inmenso. Y había un millar de cosas interesantes que él no había visto jamás. Había comido delicias que ni siquiera sabía que existían. En una ocasión hasta había ido a una especie de circo en donde se encontraban payasos haciendo trucos, malabaristas desafiando a la suerte con varios cuchillos prendidos en fuego, comediantes intentando hacer reír a la gente o equilibristas paseando encima de una rueda gigante. Aunque el espectáculo no terminaba allí. Más abajo, en el piso subterráneo, cuyo acceso era más restringido, había una especie de jaula gigantesca en la que un oso y un hombre se peleaban a muerte. La estancia estaba repleta de gente, y si Raidel no hubiera pagado tres veces el precio de la entrada normal, no le habrían dejado pasar, ya que generalmente aquella clase de espectáculos sanguinarios no admitía la entrada del público infantil.

Pero allí estaba él, viendo como el oso y el hombre luchaban desesperadamente para sobrevivir. La bestia arremetía contra el enemigo con zarpasos lentos pero poderosos. Tenía unas garras grandes y afiladas como dagas. El hombre, por su parte, llevaba una pequeña espada consigo con la que realizaba sus ataques. Se trataba de un tipo alto y corpulento, con el cuerpo y el rostro lleno de cicatrices de garras, lo que daba a ententer que se dedicaba a esto desde hacía bastante tiempo ya.

Un sujeto moreno le había dicho a Raidel que esa era su profesión. Según él, se les llamaba "bestiarios" a los que luchaban contra animales salvajes por dinero. Raidel supuso que se les debía de pagar bastante bien como para que arriesgaran sus vidas de semejante manera, aparte de que el precio de la entrada no era precisamente económico.

Raidel vio que el pobre animal tenía ya varios cortes por todos lados, sin embargo seguía atacando incesantemente con toda la fuerza que le proporcionaba su enorme cuerpo, a la vez que soltaba gruñidos de furia.

El hombre esquivaba sus ataques con facilidad y hasta casi con elegancia, como si supiera exactamente qué clase de movimiento haría su oponente a continuación. Parecía como si pudiera predecir el futuro. Eludía, bloqueaba y atacaba con una desenvoltura y destreza casi perfectas. Sin duda había practicado aquellos movimientos una y otra vez por quién sabía cuántos años.  

Raidel se dio cuenta enseguida que el tipo era muy bueno en su trabajo. Parecía haber luchado ya contra miles de bestias similares. Por la manera en la que lo hacía, cualquiera habría dicho que tenía más experiencia en este tipo de combates que nadie.

Y entonces, fijándose más en sus cicatrices en forma de garras, pudo ver que las tenía de todos los tamaños y figuras. Había luchado con varias bestias salvajes, no solamente con osos. 

Todo había terminado unos minutos más tarde cuando, después de varios ataques contundentes, el tipo le había proporcionado el golpe final a la bestia, partiéndole el cráneo de un tajazo, lo que hizo que el animal se derrumbara en el cuadrilátero que había dentro de la jaula. Quedó como una masa peluda cubierta de sangre.

Al instante siguiente, todos los espectadores gritaron de la emoción, rieron, silbaron y aplaudieron.

Raidel frunció el ceño. Le había parecido un espectáculo aborrecible. ¿Cómo a alguien podía gustarle este tipo de masacre? Era maltrato animal en su máxima potencia. Nadie debería apoyar algo así...

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora