✡ LXXXVI

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Capítulo 86: La Conclusión

Tras devorar a Toren, la bestia se dirigió hacia su otra presa.

Karson seguía tirado en el suelo, sin muchas esperanzas de sobrevivir. Aunque huyera, la bestia lo alcanzaría fácilmente, por lo que no tenía escapatoria posible.

Y ya cuando El Cara Quemada cerró los ojos, esperando ser devorado, una voz retumbó como un trueno por todo el campo de batalla. Y pese a que la voz provenía desde una distancia considerable, fue claramente audible para gran parte de los guerreros de ambos bandos:

—¡SU COMANDANTE HA MUERTO! —Se escuchó decir en un rugido que resonó sobre todo el estrépito de la batalla.

Karson y otros cientos de soldados alzaron la mirada hacia la cima de la muralla, el lugar en donde procedía la voz.

Y lo que vieron fue a Legnar, quien estaba allí parado sujetando la cabeza decapitada de Naikon por lo alto para que todos los presentes puedan verla.

—¡SU COMANDANTE HA MUERTO! —repitió él.

Llegados a ese punto, la guerra se había detenido repentinamente. Todos estaban mirando la cabeza mutilada de Naikon con la boca abierta.

Karson se fijó en que Legnar estaba lleno de moretones y cardenales por todo el cuerpo. Además tenía un corte bastante profundo en el pecho, el cual había hecho que toda la parte frontal de su camisa se manchara de sangre.

Y luego de varios segundos de un estupor total, algunos soldados del ejército de Subalia empezaron soltar gruñidos y gimoteos de desesperación. Para ninguno de ellos era fácil aceptar que Naikon hubiera muerto, ya que creían genuinamente que él había sido un enviado de los dioses.

—¡NAIKON HA CAÍDO! —dijo al final uno de los Generales de Subalia—. ¡La conquista ha fracasado! ¡Retirada! ¡Retirada!

De modo que los miles y miles de guerreros invasores empezaron a correr por sus vidas, en dirección a la salida. Si su Comandante había fallado, entonces no había nada que ellos pudieran hacer en contra de Ludonia.

Los Ogros, por otra parte, se quedaron inmóviles en sus posiciones, sin comprender muy bien lo que estaba ocurriendo... Pero de todas formas esta era su gran oportunidad para ser libres, ya que los guerreros de Subalia, sus captores, estaban repentinamente huyendo.

Fue entonces cuando las bestias también empezaron a abandonar el lugar en busca de su tan anhelada libertad.

Y así fue como poco a poco los invasores fueron desapareciendo, no sin dejar de soltar sus gritos de terror y desesperación provocados al ver la cabeza sanguinolenta de Naikon.

Los miles de cadáveres que había dejado la guerra fueron ahora más visibles debido a lo vacía que había quedado la zona de batalla.

El único enemigo que todavía seguía en la escena fue el dragón, quien se había quedado petrificado al ver a Naikon muerto.

Y de un momento a otro, la bestia soltó un potente y desgarrador rugido y luego emprendió el vuelo hacia Legnar con intenciones de vengar la muerte de su amigo.

El cadáver de Sylfer yacía tendido sobre la fría piedra de aquellas oscuras cavernas.

Raidel lloró su muerte por cinco minutos ininterrumpidos. Y de haber podido, el muchacho se habría quedado junto a él por un día entero, pero en aquel momento lo que tal vez fueran un centenar de bestias se estaban acercando lentamente hacia el lugar.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora