5. Felicidad

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Había pasado ya un mes desde que Jessica estaba internada en el hospital. De alguna manera, había conseguido ganarse el cariño de las personas allí sin haber tenido la menor intención.

Se necesitó un par de días para descifrar su carácter y su extraño sentido del humor, y a pesar de ser alguien solitaria y de apariencia dura y tosca, cuando la hacías reír, se transformaba en otra persona, de repente, Jessica comenzaba a brillar.

Su pelo ahora estaba limpio y su cuerpo había tomado color y figura.

Cuando no estaba leyendo, ayudaba a limpiar los pasillos, u ordenar los escritorios de las enfermeras o entretener a los niños, era la única manera que tenía ella de mantenerse ocupada. Las personas allí creían que era un signo de mejora, pero en realidad, ella solo estaba desesperada por mantenerse ocupada, para no usar su cabeza para que esta no comenzase a pensar y a criticarla.

Pero a veces no era tan necesario, porque a fin de cuentas, iba a pasar buen tiempo allí y necesitaba hacerlo suyo de alguna manera. A veces le hacía bromas a las enfermeras para que no notasen lo rota que estaba en el interior, para que pensasen que tenía salvación.

Hoy era su cumpleaños, y todos en el hospital se las habían arreglado para hacerle un grandísimo regalo que seguramente le cambiaría la vida. Todos habían puesto su parte, hasta algunos niños y pacientes habían renunciado a los dulces y cigarrillos para aportar un poco de dinero. De aquella manera, habían logrado juntar una gran suma de dinero para conseguir al menos, un día de pura felicidad para Jessica.

- ¡Feliz cumpleaños, Jess!- exclama Darla saltando hacia su cama- Esta mañana me he ocupado de desactivar todas las bombas por ti- sonríe alegremente.

Jessica fuerza una sonrisa para no hacerla sentir mal.

- Muchas gracias, Darla- agradece- Ahora podré ir al baño tranquila y con todas mis extremidades intactas- se burla. Darla suelta una risilla y salta de la cama al suelo para salir corriendo a quien sabe dónde.

Jessica de forma perezosa se levanta y estira los brazos. Se queda un rato sentada en el borde de la cama mirando hacia la nada, pensando.

Nunca le había gustado su cumpleaños. Le recordaba lo que había perdido, lo que nunca tendría, y lo miserable que era en el presente. En su día siempre hacía calor, y lo odiaba, odiaba el verano en general. Todo al descubierto, los brazos al aire, como exhibiendo sus secretos sin pudor alguno.

En la noche salía, y se mimaba con una magdalena de chocolate para al menos alegrarse con algo, pero a la hora de soplar la vela, la sonrisa siempre se iba, siempre el mismo deseo.

<<Quiero morir. Por favor, quien sea que esté allí fuera, escuchándome, ayudáme a terminar con este dolor>>

Y nada nunca sucedía.





Se obliga a levantarse y se dirige al baño para darse una rápida ducha fría para despejarse un poco. Cuando sale, se viste con un buso y una musculosa y se deja solo los calcetines. No le gustaba ponerse los zapatos, y por eso todos sus calcetines tenían hoyos en la parte de abajo.

Toma su móvil y ve el mensaje de Niall. Desde su reconciliación no dejan de hablar ningún día. Todavía no le había dicho que era su cumpleaños, pero se lo diría en ese momento. Escribió algo simple diciendo que hoy era uno de esos días en los que crecías un año, Niall estaba apunto de responder cuando la pantalla de su móvil se apaga.

Jessica suelta un bufido y se pone a buscar el cargador de su móvil, el que le habían devuelto por buena conducta. No estaba. Busca desesperada bajo la cama y en el cajón, pero el cargador no estaba. Suelta otro bufido. Supuso que luego le haría una llamada.

Salió del cuarto y se dirigió a la sala principal donde le esperaban las enfermeras y algunos pacientes con un pastel que decía su nombre y el cual estaba hecho para que todos allí pudieran comer.

- ¡Feliz cumpleaños, Jess!- gritaron todos y a Jess le sorprendió. No se esperaba que todo el pabellón siquiera se acordase de su cumpleaños.

- ¡Wow!- murmura sin más que decir.

- ¡Sopla, sopla, sopla!- repite Sophia, una chica nerviosa y bipolar.

Jess sopló las velas y todos aplaudieron.

<<Que alguien me ayude a ser feliz>>, susurró en su interior, con esperanzas.

- Ahora el regalo- dice Morris extendiéndole un sobre. Jess un tanto curiosa lo abre y sus ojos se abren de par en par.

- No puede ser... Pero... ¿Cómo?- exclama sin creérselo.

- Todos aportamos un poco. Queríamos verte feliz- dice Darla quien comienza a rascarse tras la cabeza con frenesí y una enfermera la detiene

- ¿Entonces, estás feliz?- inquiere Morris.

- ¡Sí, sí!

Se sorprendió ella misma gritando, sonriendo, y saltando sobre Morris para darle un gran abrazo.

Sin más corre hacia el teléfono, tenía que contárselo a Niall.

Como era de esperarse, le manda al buzón de voz, pero eso no la detiene.

- ¡No creerás lo que tengo en mis manos!- exclama extasiada- ¡Es mi boleto hacia la felicidad! Hoy conoceré a mi cantante favorito, mi razón de sonreír y tener esperanzas... ¡No puedo creer que el pabellón me consiguiera un Meet & Greet con Niall Horan! ¿Loco no? Bueno, tengo que irme, ¡porque es hoy mismo!

Corta y vuelve corriendo hacia donde estaban todos.

- ¡No tengo nada que ponerme!- exclama dándose cuenta. La habían dejado en aquel lugar sin ningún aviso, y cuando fue a buscar sus pertenencias, tampoco era que tuviera mucho.

Detrás de su espalda, Olivia, con quien ha logrado hacer las pases, saca un vestido blanco con flores azules esparcidas.

- Nunca lo usé porque es demasiado grande para mí, pero supongo que a ti te quedará bien- dice con su peculiar humor burlón.

- Gracias, Olivia- sonríe Jess con parsimonia. Toma el vestido y le da un leve abrazo a la chica. Todavía no se acostumbraba a ella, y poco podía mirarla, porque le incomodaba y le recordaba a su pasado.

- El bus para Minneapolis sale en 20 minutos, así que si fuera tu, me apresuraría- avisa Morris.

Jessica corre a su cuarto y se pone el vestido y sus viejas confiables: unos botines negros estilo militar de cuero.

Se mira en el espejo y de repente su sonrisa desaparece. Se mira los brazos y se avergüenza de ella misma. De alguna manera, tendría que ocultarlos. Tenía pocas cosas de abrigo, y adentro del pabellón no usaba nada de abrigo porque allí no había nada que ocultar, pero allí fuera sí, y solo tenía abrigos gruesos, y con el calor de afuera, se derretiría, pero se obliga a ponerse la chaqueta de cuero negra, no podía darle una mala impresión a Niall Horan.

- Jannet te llevará a la estación, pero de ahí en adelante, estarás sola- dice Morris-. Confiamos en ti, porque te has mostrado responsable y poco a poco te has ganado tu alta. Sigue así y dentro de poco serás libre- Morris le guiña un ojo y abre la puerta principal.

Sentía que había pasado años desde que pisaba la calle de afuera, y cuando lo hizo se sintió bien. El sol de Minnesota le pegaba directo en el rostro y sentía cómo gotas de sudor iban apareciendo bajo su ropa. Agita la cabeza para deshacerse de aquellos pensamientos.


Cuando el bus anuncia su partida, Jessica se despide de Jannet y sube para sentarse en uno de los primeros asientos para no interactuar con nadie.

Hoy por fin diría que tuvo la oportunidad de ser feliz. Y aunque sea por un día, lo aprovecharía al máximo.

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