Primer Jinete.

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Carlos Wendowley.

1453 a.C.

Carlos Wendowley caminaba entre las ruinas de lo que era su pueblo, miraba con horror las casas humeantes y los cuerpos calcinados. Su pueblo, su gente, su familia, habían sido asesinados injustamente.

Buscaba entre los escombros algún sobreviviente, alguien que por algún motivo pudo escapar o esconderse de los pueblos rivales.

«No debería de haberme marchado» 

Era el único pensamiento que rondaba en su cabeza, si él no hubiera cedido a su curiosidad en el espeso bosque que los rodeaba, pudo haber salvado a su pueblo al advertirles que el pueblo vecino se acercaba peligrosamente hacia ellos.

—Ayu..da.—Se escuchaba una voz entre los escombros de lo que era antes el templo hacia sus dioses.

El joven no dudo en acercarse e intentar levantar cuanto escombro pudo. Al levantar uno de los más pesados, encontró a su pequeña hermana de tan solo 10 años.

—¡Hermana!—Exclamó asustado.—Dame tu mano, puedo sacarte de aquí.

Mas sin embargo, ambos sabían que eso era prácticamente imposible.

—No, hermano.—Susurró ella.—Nuestros dioses me están llamando, nuestro pueblo fue víctima de envidias de otros. Eres el último que queda de nosotros, vete y sálvate, que ellos...regresarán a terminar con lo que empezaron.

—No puedo dejarte, Galatea, eres lo único que me queda en esta vida.

—Si me voy contigo, tan solo seré un peso muerto que te impedirá llegar muy lejos.

Galopes se empezaron a escuchar a lo lejos, signo de que los enemigos estaban volviendo.

—Vete hermano, y que todos los dioses te protejan. Te amo.—Decía entre lágrimas aquella joven a punto de partir.

Él, entre lágrimas, dio un pequeño beso en la frente de su hermana y corrió hacia su caballo. Lo montó y le dio una última mirada a ella diciéndole un silencioso "Adiós".

Dio rienda suelta a su caballo y se marchó de lo que era su pueblo y vida, se adentró al bosque y mientras se alejaba, escuchó como llegaban e incendiaban lo poco que quedaba.

«Me vengaré» 


(.../...)


Ya no sabía cuando tiempo había estado vagando, el joven moría de hambre, sed y de frío. Vio a lo lejos un riachuelo y acercó a su caballo hacia él. Se desmontó y bebió algo de agua, pero un fuerte golpe espantó al animal, ocasionando que éste salga despavorido. Él solamente vio como su medio de transporte se alejaba a toda marcha, y se lamentó por no haberlo amarrado a un árbol.

Enojado y furioso, se acercó al primer árbol que encontró y lo empezó a golpear hasta hacer sangrar sus manos. Se deslizó entre el árbol hasta llegar hasta el suelo. Ya no había nada que pudiera hacer, así que se permitió hacer lo que en todo éste tiempo no había hecho.

Averno: Los Cuatro JinetesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora