Capítulo 27: Almas.

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Carlos.

Mientras veo tranquilamente como Mammón se abalanza contra Akin y le da un buen derechazo en toda su mandíbula, casi rompiéndola, de reojo observo como James saca a su mate de todo este embrollo. Y no lo culpo, supongo que no quiere exponerla por su embarazo, porque si fuera por él, hasta ayudaría a su mejor amigo a golpear al imbécil de Akin.

Camino hasta colocarme a un lado de Bella, la cual observa la pelea intentado ocultar su sonrisa, y me acerco a su oído.

—Saldré un rato, cuando termine Mammón y todos los demás príncipes de golpearlo, me llamas.

—Pero aquí no están todos.—Su vista se pasa por todo nuestro alrededor y la vuelve a enfocar en la pelea.

—Ellos tienen una conexión como nosotros, Bella.—Sabía que no iban a tardar en venir.—Por cierto, cuando vuelva James, le dices que vaya a mi casa.

Ella asiente y salgo del castillo. A pesar de tener una habitación en él, desde que llegué al infierno ordené que me construyeran una casa separada. A veces es bueno alejarse de todo.

Mi segundo hogar se encuentra cerca del jardín real, un hermoso y tóxico jardín perteneciente al reino, más específicamente a mí. Algunos hechizos y pociones requerían de plantas muy raras de encontrar, así que cada que iba por ellas traía una raíz para poder hacer que crecieran aquí y así evitarme ir demasiado lejos.

Llego a mi casa y, antes de que pueda abrir la puerta, un guardia viene corriendo a mi dirección exclamando mi nombre.

—¡Príncipe Carlos!—Se detiene abruptamente y hace una leve reverencia.—Hay demonios del tercer infierno atacando la entrada. Los guardias los están controlando, pero dudo mucho que lo puedan soportar.

Cierro los ojos y suspiro. Los del tercer infierno son demasiado poderosos e incontrolables, tardaría un buen rato en deshacerme de todos ellos.

Y yo que quería dormir.

—Iré allá.—Me concentro y aparezco en frente de las puertas por las que habíamos llegado en un principio.

A lo lejos veo a Cerbero arrancando varias cabezas y a guardias atacando con sus espadas y algunas lanzas; los terciarios —como se les conocen a los del tercer infierno—, atacan con diferentes tácticas, mientras que unos luchan cuerpo a cuerpo, con espadas y demás, otros utilizan sus poderes para aniquilar a los guardias.

—Para ser terciarios tienen un buen control.—Murmuro para mí mismo.

Esquivo una bola de fuego parecida a las mías y se la devuelvo peor al demonio que la arrojó. Puedo ver al que es el líder, un rubio que gira en dirección al demonio al que acabo de golpear. Lo ignoro y me concentro en la pelea. De mis manos salen rayos azules y los lanzo a unos demonios que tenían arrinconado a un guardia. 

Una lanza pasa cerca de mí y la tomo, doy media vuelta y la devuelvo

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Una lanza pasa cerca de mí y la tomo, doy media vuelta y la devuelvo. Algunos demonios, al darse cuenta que he venido, empiezan a huir, así que a esos los elevo en el aire.

—¡Eh, Cerbero!—El gran can gira en mi dirección.—¡Atrápalos!

Hago que vuelven hacia el can y él los muerde en el aire. Todo hubiera salido bien si no fuera porque alguien se tira arriba de mí y me derriba.

Una daga envenenada se coloca en mi cuello y me impide moverme. Levanto la vista y veo al hombre rubio que había identificado como el líder de la rebelión. Uno de sus ojos es celeste como el cielo mundano y el otro café como la misma tierra demoníaca mezclado con el celeste.

Mi respiración se corta de golpe al ver sus ojos y, por lo que puedo percibir, la de él también. Siento como poco a poco pierdo el color de mi piel y me vuelvo más pálido de lo que ya era. La mano en donde tiene sujeta la daga tiembla un poco y él abre la boca varias veces, hasta que finalmente parece que las palabras vienen a su cerebro y logra formularlas en su boca.

—Eres mi alma.

—Eres mi alma

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Averno: Los Cuatro JinetesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora