Capítulo 7: Te aman.

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Bella.

Escucho un grito de James, pero decido ignorarlo. No debe de ser importante.

Doblo la esquina de un pasillo y me intercepto a Inna en llamas huyendo de un Carlos enojado.

—Fuego aquí no.—La esquivo y ella obedece.

Sus llamas se apagan poco a poco hasta dejar nada, pero no reanuda su marcha y sigue corriendo.

—¡Bella, detenla!—Carlos grita a un lado mío, pero tal como hice con Inna, lo esquivo y sigo mi camino.—¡Bella!—Exclama.

—Ahora no, Carlos. Es importante.

—¡Esto también es importante, tiene el libro de resurrección!

—¿Qué es lo puede hacer con él?—Me giro y lo encaro.—¿Resucitar un cadáver?

Él toma una bocanada de aire y la suelta de golpe.

—Ese libro es más importante de lo que crees, Bella. Es capaz de traer a la vida a un ejército entero con unas simples palabras, y por si no lo recuerdas, Inna es bruja. Además, esto es en parte tu culpa.

—¿Mi culpa?

—¿Quién le dio acceso a mi biblioteca?—Cierro los ojos fuertemente y chasqueo la lengua.—Exacto.

—¿No puede ser más de rato? Tengo una reunión con los príncipes del averno.

—¡El sexo puede esperar, Bella!—Brama enojado.

—¡No es por lo del sexo a lo que voy!—Elevo la voz al igual que él.—Ellos vienen porque tienen algo de información sobre la guerra...además de que Belfegor quiere ver a Inna.

—Sigo sin saber por qué él es el padrino y no nosotros.—Masculla, pero luego niega rápidamente con la cabeza.—Pero ese no es el punto, llama a Inna.

—Apuesto todo el reino de que ella está ahora mismo con Cerbero.

—Ese maldito perro me odia..—Cierra los ojos y refunfuña.—Necesito a James, entre perros se entienden.

—Hace un momento lo escuché gritar mi nombre...

Y como si lo hubiéramos invocado, James vuelve a gritar mi nombre.

Carlos me da una rápida mirada y en menos de un segundo ambos estamos dentro de la habitación de James.

James se encuentra semidesnudo atado a los extremos de la cama, con una cinta en la boca y una correa en su cuello, encima de él tiene a Lilith con un látigo en una de sus mano y en la otra sostiene la correa.

—¿Qué caraj...—Carlos rompe a carcajadas y yo no tardo en unirme. Ambos nos recargamos en la pared de la habitación para evitar caernos por culpa de la risa.

James se queja todo lo que le permite la cinta mientras que forcejea para liberarse en vano.

—No sabía que se te daba todo eso del sadomasoquismo, James.—Digo una vez que puedo controlar la risa.—¿No quieres que te preste una venda para cubrirte los ojos?—Él me mira incrédulo.—¿Qué? Es más divertido así.

Averno: Los Cuatro JinetesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora