Capítulo 32: Tres hermanas.

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Carlos.

Observo como todos se van al castillo para darnos privacidad. Antares acaricia mi mejilla y yo no soy capaz de reaccionar.

¿Qué se supone que debo de hacer?

¿Y desde qué momento yo me hice gay?

Yo me consideraba como un alma libre y sin preferencias, viviendo todo lo que he vivido, se me hacía una falta de respeto no experimentar nuevas experiencias.

Pero ahora es diferente, frente a mí se encuentra un hombre que dice ser mi alma eterna, ¿cómo debería de reaccionar ante eso? Y más ahora que me marcó...¡espera!

—¿En qué momento me marcaste?—Me levanto del suelo rápidamente y me alejo un par de pasos. Miro de reojo el águila en mi brazo y trago con dificultad.

—En el momento en el que te encontré, ¿creíste que te dejaría libre así como así? No gracias.—Niega con la cabeza y sigue hablando como si nada, como si no me hubiera a, técnicamente, amarrado a la fuerza por toda la eternidad.—Cuando lo hice, causaste una explosión y caíste desmayado.

—No tenías que haberme marcado.—Él da un paso hacia mi y yo retrocedo.—Tenías que haberme preguntado.

El gruñe y sus ojos se tornan dorados.-No tenía opción.

—¡Claro que había opción!

—¡No si eso incluía la posibilidad de perderte!—Avanza rápidamente y me toma de los hombros.—No me voy a arriesgar.

—¿Y qué si yo amaba a alguien o tenía familia con otra persona? ¿No pensaste en eso?

—¿Amas a otra persona? ¿Tienes otra familia?—Sus ojos empezaron a perder la tonalidad dorada haciéndose más opacos.

—No.

Él suspira aliviado cerrando los ojos, pero luego frunce el ceño y me mira fijamente.

—¿Cuál es el problema entonces?

—Me has condenado a pasar mi eternidad a tu lado.

—Lo dices como si fuera una maldición.

—¿Y quién dice que no lo es?

—¡Si eres mi alma fue por algo!

—Pasé más de dos mil años solo, no necesito a alguien que me cuide.—Doy media vuelta y me dirijo al castillo.

—Sabes que no te dejaré, ¿verdad?—Me detengo en seco. Giro un poco la cabeza y lo observo.

—Y tú sabes que no te pondré las cosas fáciles, ¿verdad?

—Me gustan los retos.

Ruedo los ojos y me teletransporto a la entrada. Al abrir las puertas, lo primero que escucho es un grito de James insultando a Bella.

Típico.

Camino hasta llegar a un sofá y me recuesto en él. Todo hubiera estado relativamente bien, si no fuera por Asmodeo que aparece en frente de mí respirando agitadamente.

Averno: Los Cuatro JinetesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora