Capítulo 34: Amigos.

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Bella.

Mi alrededor parece ir más lento en cuanto corro velozmente. En otro punto me permitiría observar la belleza del lugar, porque, aunque haya estado aquí más de un siglo, el infierno nunca dejará de sorprenderme; pero ahora solamente tengo que llegar hacia mi objetivo, ¿cuál?  Las Gorgonas.

Las tres hermanas: Medusa, Euríale y Esteno, son mujeres con serpientes en lugar de cabello, aunque sigo sin entender cómo es que las tachan de ser horribles criaturas si son unas de las mujeres más hermosas que he visto en toda mi vida. Las conozco casi desde que llegué aquí por primera vez, ellas venían de visita y, por mera casualidad, nos encontramos. Casi al instante nos hicimos amigas, después casi hermanas. Ellas fueron unas de las primeras en conocer a Inna "recién nacida", quedaron fascinadas con ella, tanto que le regalaron cientos de cosas que cualquiera mataría por tener. Entre ellos, una espada forjada con hierro demoníaco con un poco de mi esencia. Espada que mantuve oculta hasta que fuera necesario con una vieja bruja conocida, Milenka.

Cierro mis ojos y al instante siento el típico cosquilleo en mi vientre informándome que estoy a punto de teletransportarme.

Y eso hago. 

De un segundo a otro aparezco frente una enorme cueva que, aunque se ve terrorífica por fuera, por dentro es un paraíso —literalmente—, lleno de montañas de oro, diamantes y...cadáveres.

Cientos de cadáveres, o lo que queda de ellos, se encuentran esparcidos por todo el lugar, puedo ver a unos despedazados, otros llenos de mordidas y unos que otros convertidos en piedra.

Sonidos de espadas se escuchan al fondo, así que no dudo en sacar mis sais y llegar hasta toparme con unos diez monstruos deformes. Veo a las hermanas atacando con todo lo que tienen —años de experiencia en lucha—, y matando a los monstruos. Me acerco a uno que tenía la intención de atacar a Medusa y le rebano la garganta. Ella se gira y me mira con sus ojos amenazantes que, si ella no me hubiera dado el hechizo para evitar caer ante su mirada letal, ahora mismo sería una piedra.

 Ella se gira y me mira con sus ojos amenazantes que, si ella no me hubiera dado el hechizo para evitar caer ante su mirada letal, ahora mismo sería una piedra

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Ella asiente y sigue matando hasta que al final solamente quedamos las cuatro.

—¿Están bien?—Pregunto recorriéndolas con la mirada rápidamente para asegurarme de que no estén heridas.

—Hemos estado en situaciones peores.—Responde Medusa tirando al suelo la estatua de lo que alguna vez fue algo con vida.

—¿Qué eran esas cosas?—Inquiere Euríale moviendo con una espada uno de los cuerpos.

—Fueron monstruos enviados por los brujos oscuros a por ustedes.—Digo con pesar.

Averno: Los Cuatro JinetesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora