Completamente enamorada de él

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—Perdóname que te lo diga, pero tu hermana es una gran idiota —espetó Rapunzel—. ¿Y tú no se lo dijiste?

—No me atreví a decírselo —confesé—, creía que no iba a creer lo que yo le dijera.

La luz del atardecer entraba por las ventanas de la hamburguesería la cual como siempre estaba sola como un desierto. Hoy había sido el descanso de Merida y solo pude contarle lo ocurrido a Rapunzel, «incluyendo la infidelidad de mi hermana».

—Pero claro que Jack, te hubiera creído a ti —dijo cruzándose de brazos—, debes decirle lo que Anna, está haciendo.

—No puedo traicionarla de esa manera —respondí agachando mi cabeza—. Después de todo ella sigue siendo mi hermana menor.

—¿Pero crees que es justo para él qué le hagan eso?

—Sé que no es justo, pero...

Me quedo callada cuando veo esa camioneta que podría reconocer a kilómetros estacionarse frente al local. De esta sale una cabellera blanca y una castaña: eran Jack y Eugene, y ambos venia caminando mientras hablaban entre ellos.

—Hablaremos de esto luego —Rapunzel asienta con su cabeza como respuesta, mientras que yo camino hacia el mostrador—. Bienvenidos a Weselton's .  —digo cuando ambos entran haciendo que la campana suene.

—Olvida las formalidades conmigo, Morticia —bromeó Eugene—. No necesitas darnos la bienvenida todos los días.

Sonrío por oírlo, pero esa sonrisa desaparece cuando veo a Jack, parecía que aún estaba molesto conmigo y dudo mucho que me quiera hablar el día de hoy.

—¡Eugene! —llamó Rapunzel—. Me gustaría mucho tomar un café con un trozo de delicioso pastel de chocolate. ¿Podemos ir a compra uno?

Mi amiga se apresura a envolver el brazo de su novio, recargando su barbilla en el hombro de él. A lo que Eugene y Jack la miran extrañados por su repentino antojo a un café y un pastel.

—Pero...

—¡Kristoff! —gritó, haciendo que el rubio saliera de la cocina—. Ven vamos a comprar café y unos deliciosos pastelitos.

Kristoff me mira con su entrecejo fruncido a lo que yo solo respondo con un encogimiento de hombros, creo que ninguno entendía porque repentinamente mi amiga quería que todos saliéramos de la hamburguesería.

—Pero, Rapunzel. ¿Quién se hará cargo de la hamburguesería? ¿Qué pasa si un cliente viene a comprar y nadie esta?

—En ese caso te puedes quedar y también tú —dijo señalando a Jack—, quédate con ella y ayúdala si viene alguien.

Ahora ya entendía el porque repentino amor hacia el café de mi amiga: ella solo quería que me quedara a solas con Jack y así yo le pudiera decir todo lo que había pasado ayer, pero no creo que sea una muy buena idea que él y yo nos quedemos solos.

—Rapunzel. —advierto.

—No creo que sea una buena idea —comentó Kristoff—. Además, Jack, no trabaja aquí. En todo caso el que se debería quedar con Elsa, debería ser yo.

—¿Aún no entiendes qué ella no quiere estar contigo? —preguntó Jack, cruzándose de brazos.

—¿Y qué tú no tienes otro lugar a dónde ir a comer o solo vienes para ver a Elsa?

—¡Chicos! No empiecen y ya vámonos —ordenó Rapunzel. Sin darle tan siquiera la oportunidad de quitarse el mandil y la cofia ella toma a Kristoff y a Eugene del brazo, llevándolos casi a rastras hasta la salida—. Ya volvemos.

Querida Elsa:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora