Cerca de mí

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—¡Por favor señora, solo quiero hablar con ella! —suplicó, escuchando como su pie lo metía dentro de la casa para evitar que mi madre cerrara la puerta en su cara—. Solo quiero saber si está bien.

—Sí, está bien —afirmó mi madre, tratando una vez más de cerrar la puerta—. Por favor ya vete.

—Al menos quiero que me diga si hice algo malo —Su voz tiembla—, o algo que la molestara.

Estaba sentada en el piso de mi habitación llevando mis manos hasta mi boca evitando que se escucharán mis fuertes sollozos.

—Adrien, por favor vete.

¡Perdóname!

No quiero que me veas así... Tú no.

—¡Elsa! —gritó— ¡Elsa!

Llevo mis manos a mis oídos tratando de evitar seguir escuchándolo, cerrando con fuerza mis ojos, dejando que varias lágrimas salgan.



—¡Elsa! —llamó la voz de mi madre— ¡Despierta!

Mis ojos se abren de golpe. Aun es de noche y lo único que ilumina mi habitación es la luz de afuera y las luces que Jack me había regalado.

Despierto con sudor frío en todo mi cuerpo, de nuevo con mi dificultad para respirar, unos horribles mareos como si hubiera bebido la noche pasada y sobretodo esa sensación de debilidad. Esa maldita sensación de antes.

Mi madre se encuentra recostada a mi lado, apartando con la palma de su mano el sudor de mi frente. Apenas puedo ver sus ojos por culpa de la poca luz que había.

—¿Están bien? —Preguntó Jack, entrando a mi habitación usando solo un pantalón negro que decía en el elástico Calvin Klein—. La escuché gritar.

—Solo fue una pesadilla —explicó mi madre—. Vuelve a dormir.

Él me mira como si esperara una respuesta de mi parte. Escondo mi rostro en el pecho de mi madre haciendo que ella envuelva sus brazos en mi espalda; mientras comienza a mecerme y tararearme una canción de cuna.

No quiero verlo ahora. No a él.

—Entonces volveré a la sala —comunicó—. Descansen.

—¿La sala? —pregunto cuando escucho la puerta de mi habitación cerrarse.

—Sí, no quería irse a su casa y pensó que sería una falta de respeto que se quedara a dormir en la habitación de Anna, estando yo aquí —explicó, sin dejar de acariciar mi cabello—, está preocupado por ti.

Creo que ninguno de los dos le dijo a mi madre que Jack duerme todas las noches con ella y que incluso a veces escucho los gemidos de Anna al tener relaciones sexuales.

Suspiro quedándome acostada en los brazos de mi madre, podía escuchar su corazón latir y su respiración suave sobre mi cabello. Después de unos minutos me levanto de la cama lo más lento que puedo para no despertarla.

Tomo de los pies de la cama mi pijama ya que aún me encontraba usando mi uniforme de trabajo. Salgo de la habitación entrando al baño y poder cambiarme; al terminar de hacerlo meto mi vestido al cesto de la ropa sucia, aprovecho para hacer mis necesidades y cepillar mis dientes.

Salgo del baño lo más silencioso que puedo para dirigirme hacia la cocina y poder tomar un vaso de agua. Al bajar las escaleras veo a Jack, esta tumbado sobre el sillón más grande, una manta apenas alcanza a tapar su cadera y su brazo derecho esta encima de sus ojos haciéndome imposible saber si está dormido o despierto.

Querida Elsa:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora