Lluvia (3)

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Mira, Elsa, ese centro comercial La voz de mi abuelo hace que levante mi cabeza del asiento para poder verlo. ¿Qué te parece si nos detenemos y vamos de compras?

No Me apresuro a responder volviendo a acostarme en el asiento trasero. No quiero estar rodeada de tanta gente.

Mi abuelo me mira por el espejo retrovisor. Puedo ver en sus ojos tristeza, desilusión, dolor y sobre todo lástima. Odiaba que me vieran todo el tiempo de esa forma ya no quería que mi madre, mis abuelos y mi hermana me vieran así... Ya no.

Llevo mi cuaderno a mi pecho aferrándome a él; tratando de que no me afecte la mirada triste de mi abuelo.

Te prometo que cuando me sienta mejor iré de compras dije fingiendo una sonrisa. Lo prometo.

Está bien se alegró con tan solo oír una promesa vacía. Gracias.

Después de unos minutos llegamos finalmente a la casa de mis abuelos después de estar más de cuatro horas dentro del auto. Sin preguntar o mirar atrás entro a la casa, subo las escaleras y abro la puerta en donde tenía escrito mi nombre, en donde sé que ahora esa será mi nueva habitación.

Ese día no me moleste en tan siquiera darle las gracias a mis abuelos por haberme comprado hermosos muebles, simplemente me quedé encerrada en esas nuevas cuatro pares durante dos días. Resignándome que ahora este sería el lugar en donde sufriría.


Puedo ver los rayos del sol tratando de entrar por aquella venta cerrada y con sus persianas abajo haciendo que se cuele por los agujeros pequeños rastros del sol. Mi concentración es interrumpida cuando alguien llama a la puerta viendo una cabellera castaña asomarse para después dejarme ver al dueño.

Hola, Elsa saludó John, entrando a mi habitación. ¿Podemos hablar?

Recuerdo que él fue uno de los mejores amigos de mis padres, que estuvo en fiestas y momentos importantes para nosotros y claro que esta no iba a ser la excepción.

¿Qué haces aquí? pregunté. Bajo de mi litera y camino hasta donde estaba—. Hace mucho tiempo no te veía.

Lo mismo digo Sus brazos se extienden para darme un abrazo, a lo que yo respondo con alejarme un par de pasos. Tu madre me contó lo que pasó, vine lo más rápido que pude.

Respondo con un asentamiento de cabeza, caminando hacia aquella silla que colgaba del techo meciéndome lentamente y mirar hacia aquellas persianas blancas. Trato de no sentirme incómoda cuando veo a John cerrar la puerta y caminar hacia mi escritorio, en donde se sienta en aquella silla para mirarme con detenimiento.

¿Cómo has estado, Elsa? averiguó.

Lo miro con mi entrecejo fruncido al empezar entender porque estaba aquí en realidad.

¿Acaso mi madre te pidió que me dieras terapia?

Debes entender que todos están preocupados por ti.

Niego con mi cabeza levantándome furiosa de mi silla. Le doy la espalda a John cruzándome de brazos y tratando de mirar que había detrás de la ventana.

No necesito un maldito psicólogo, lo único que necesito es que me dejen en paz respondí sin mirarlo. Así que ya puedes irte.

Querida Elsa:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora