Elsa Arendelle

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Mis ojos comienzan a abrirse, haciendo que la luz brillante del sol me dejé ciego unos instantes.

– ¡Maldito sol! – Susurro mientras rasco mis ojos.

Volteo al buró que está aún lado de mi para poder ver la hora y viendo al mismo tiempo la foto donde estoy con Anna. Ella está sobre mi espalda mientras ambos sonreímos como unos tontos enamorados.

¡Vaya mentira!.

9:45 am

– ¡Mierda!

Me levanto lo más silencioso que puedo de la cama, evitando que Anna despierte. Abro la puerta también lo más despacio posible, comenzando a salir del cuarto haciendo que se escuchen mis pies descalzos en el suelo con los pequeños brincos que doy.

Y repitiendo la misma acción de todas las mañanas; abro lo más delicado la puerta del cuarto de Elsa. Solo dejándome ver su cama perfectamente tendida y sobre ella su uniforme de trabajo.

– Aún no se ha ido – Susurro para mí mismo.

Me apresuro en volver al cuarto con mi estúpido intentó de no hacer ningún ruido con torpes brincos.

Pego mi espalda a la fría pared para que mi silueta no la note. Ahora ya no cierro completamente la puerta solo la dejo un poco abierta para poder ver en qué momento salía del baño. Esto era algo que ya hacía diario, solo esperar unos minutos para poder verla aunque fueran unos segundos.

Y ahí estaba su silueta en medio del pasillo.

Su cabello negro aún estaba escurriendo pequeñas gotas de agua, su cuerpo delgado estaba envuelto alrededor de su pecho por una linda toalla azul con copos de nieve, sus pies estaban descalzos y su rostro estaba completamente al natural, sin una sola pizca de maquillaje.

Tomo una gran bocanada de aire antes de salir con un bostezo fingido.

– De nuevo no me dejaron dormir – Dijo metiendo un hisopo a su oído.

Sí supiera que hace más de tres meses Anna y yo no tenemos sexo; Y que los gemidos que escuchaba eran solo porque la había masajeado de los pies. Esa era la única manera que tenía para complacerla y hacerla dormir sin necesidad de acostarme con ella.

– Lo siento – Respondo sarcásticamente, acercándome a ella –  Pero yo no tengo la culpa de ser tan bueno en la cama – ¡Perfecto! Sigue mintiendo para impresionarla.

Ahora que lo pensaba Anna se quejaba mucho cuándo la masajeaba, incluso ya había gritado más de una vez "Así", " Ay, "Jack". Gime como si de verdad estuviéramos teniendo sexo.

A veces simplemente me preguntaba si lo hacía a propósito para que Elsa la escuchara.
Sus ojos los pone en blanco al oír mis palabras, provocado que saliera una risa de mi boca. No voy a negar que me encantaba molestarla y hacerla enojar con mis tontos comentarios.

– Lindo bóxer –  Comenta bajando su mirada a mis partes nobles.

¿A casó ella me desea?

Definitivamente esa idea no me desagrada.

– Gracias, los encontré en un bazar – Imito la misma acción de ella y miró a mi gran Tiranosaurio.

– Sí, se nota

– Ya se que a ti te gusta más mi bóxer de Bob Esponja.

Al recordar aquellos bóxers hace que recuerde la primera vez que la vi y debo admitir que dolieron como el infierno sus golpes.

Ahora que lo recordaba me hacía preguntarme varias cosas...

Querida Elsa:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora