Lluvia

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—¿Me puedes decir qué está pasando?

Suelto su brazo cuando finalmente y después de varios minutos en silencio por mi parte y solo escuchando a Elsa preguntarme cada dos minutos que pasaba llegamos a mi departamento. Ella me mira con su entrecejo fruncido, ninguno de los dos se toma la molestia de encender las luces cuando cierro de un fuerte portazo la puerta.

Lo único que me ilumina su rostro son las luces de otros edificios y la fuerte luz de la luna que se mira por los ventanales de la sala. Nos quedamos parados en medio del pasillo sin decir nada; mi enojo vuelve a crecer al verla, ella también me mira cuando comienzo a caminar de derecha a izquierda jalando mi cabello con fuerza mirando ahora solo el limpio piso.

—Jack, estas asustándome.

—¿Por qué no me dijiste? —Mi puño impacta contra la fría pared ocasionando que un grito de sorpresa salga de la boca de Elsa y con la poca luz noto la sangre que dejé sobre la pared—. ¿Por qué?

—¿De qué hablas, Jack?

Dejo de mirar aquella mancha roja que ensucia la pared para ahora verla a ella: Sus manos tapan su boca por la sorpresa del golpe que di, su cuerpo tiembla ligeramente y sus ojos cristalizados no dejan de mirarme con miedo.

—Claude Frollo —Sus ojos se abren completamente sus manos las aparta de su boca para dejarme ver que también la tiene abierta por la sorpresa—. Sé lo que te hizo.

Todo quedó en completo silencio. Elsa agacha su cabeza al ver que no iba apartar mi mirada de ella, su cuerpo de nuevo tiembla, sus manos que están a cada lado de sus muslos se aferran a la tela de su falda.

—¿Quién te lo dijo? —preguntó en un susurro.

—Le pagué a alguien para que investigara.

Su cabeza la levanta tan rápido que me sorprende, sus ojos están cristalizados y la primera lágrima resbala de su mejilla. Muerde su labio inferior con fuerza que noto que comienza a tonarse de color blanco.

—¿Le pagaste a alguien para qué me investigara?

—No fue mi intención saber eso, solo quería saber quien era ese tipo de la pizzería —La imagen de ese hombre me llega a la cabeza provocando que mi enojo vuelva: «Tan cerca que estuvo ese desgraciado de mí»—. ¿Por qué no me dijiste ese día quién era? ¡Lo habría matado con mis propias manos!

—¡No tenías ningún derecho a investigar acerca de él o de mí! -espetó en un grito.

—¡Claro que tengo derecho! ¡Soy tu novio!

—¡Eso no era de tu incumbencia! —Me arroja con fuerza su bolso golpeando en mi pecho y dejando que todas las cosas que llevaba dentro salieran al impactar con el piso—. ¡No tenías que saberlo!

—¡¿A caso pensabas jamás decírmelo?! ¡¿Qué más me estas ocultando?!

Los fuertes gritos despiertan a Olaf quien dormía sobre el sofá y que al vernos discutir inclina su cabeza a un lado.

—¡Vete a la mierda!

Entra a la habitación completamente enfurecida.

—¡Elsa! ¡Maldita sea! ¡Ven acá!

—¡No soy tu maldita marioneta!

Mis fuertes pasos se escuchan en todo el departamento cuando camino hacia la habitación, siendo lo primero que veo a Elsa tomar la maleta con la que llegó y dejándola abierta sobre mi cama mientras ella le da la espalda para abrir el armario.

«¡Ella se va a ir!»

—Elsa, ¿qué haces? —Sus fuertes sollozos se escuchan en toda la habitación cuando toma la primera prenda—. Elsa.

Querida Elsa:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora