El secreto de Aster

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Parecía que nuestras miradas eran como dos imanes: No podían despegarse, nos sentíamos atraídos para vernos a cada momento. Me aclaro la garganta mirando a otro lado que no sean los penetrantes ojos de Jack; quien aún sigue hablando con esa chica Mavis en otra mesa alejada de donde estaba sentada con Aster.

Miro a las diferentes personas hablando entre ellas, algunas bailando lentamente, otras comiendo y algunos felicitando al padre de Jack quien le sonríe a cada uno al lado de su bella esposa y de su hija Emma. La imagen del señor siendo joven y siendo un chico de esos rudos que salen en las historias de amor me vino más de una vez a la cabeza, imaginándolo como todo un chico malo con los brazos llenos de tatuajes y peleando por las calles con cualquiera.

Niego con la cabeza tratando de sacar esas ideas de mi mente, concentrándome ahora en el chico que está sentado frente a mí: Su saco esta sobre el respaldo de su silla, el nudo de su corbata sigue impecable al igual que su camisa, sobre su mano derecha se encuentra un vaso ya vacío que antes estaba lleno de Whisky y mira algún punto fijo de la mesa. Se mira decaído y a la vez también se veía furioso por el color rojo de su rostro, aunque eso también podría ser por todo el Whisky que ha estado bebiendo en toda la noche.

—¿Estas bien? —No reacciona a mi pregunta y solo sigue mirando a la mesa—. ¿Aster?

Levanta su cabeza mirándome con su entrecejo fruncido.

—¿Qué pasa?

—¿Estas bien? —Esta vez responde con una pequeña sonrisa en sus labios y un ligero asentamiento de cabeza—. No necesitas mentirme.

Luce un tanto sorprendido por escucharme, era como si no creyera que alguien había notado que él estaba mal. No tenía mucho tiempo de conocerlo, pero podía notar que Aster estaba sufriendo por aquella chica al igual que yo estaba sufriendo por no poder estar ahora mismo bailando o hablando con Jack.

—De verdad eres diferente a las demás chicas —dijo en un susurro—. No te preocupes por mí, voy a estar bien. Ya he pasado por esto.

Desliza una de sus manos hasta llegar a la mía y apretarla ligeramente. A diferencia de las otras veces esta vez sentía que no estaba tomando mi mano para molestar a Jack o alguien más, esta vez era como si quisiera sentir consuelo o ayuda de alguien, no sentía que tuviera malas intenciones cuando tomó mi mano.

—¿Qué fue lo que te pasó? —La pregunta sale por si sola de mis labios—. Actúas como un chico seguro de sí que no necesita a nadie a su lado, pero, sé que no es así como en realidad te sientes, Aster. Te sientes solo y tienes una gran herida en tu corazón.

Volteo mi mano para que nuestras palmas puedan tocarse siendo ahora yo quien aprieta su mano para tratar de reconfortarlo. Aster mira nuestras manos unos segundos antes de levantar su cabeza y mirarme a los ojos; moja sus labios con su lengua como si tratase de encontrar fuerzas para decirme algo, pero solo se queda con su boca abierta unos segundos antes de volver a cerrarla.

—¿Aster?

Niega con su cabeza apartando su mano de la mía.

—No debí haberte metido en esto —dijo en un susurro—: Me equivoqué respecto a ti, no eres lo que yo creía.

No estaba segura si lo decía porque de verdad lo pensaba, porque estaba ebrio o porque tal vez se desilusionó de mí de alguna forma. Cierra sus ojos llevando su mano derecha a su rostro tapando su ojo y con una sonrisa triste sobre su rostro que amenazaba con muy pronto comenzar a llorar.

Por primera vez sentía lastima por alguien, sentía esa misma lástima que sentía por mí al verme al espejo todas las mañanas, conocía esa sensación de vacío y soledad, de la necesidad de sentir a alguien a tu lado ayudándote a salir de ese maldito hoyo oscuro y ahora lo estaba viendo en Aster. Lo miraba tan vulnerable, tan decaído y transmitiéndome su soledad con solo unas pocas palabras, jamás me había sentido tan identificada con alguien como lo estaba sintiendo ahora.

Querida Elsa:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora