A lado de Jack

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Había llegado a la hora que Aster me había indicado para ayudar a adornar el local, y ahora me encontraba cambiándole de ropa a un maniquí: colocándole un elegante vestido negro y encima un abrigo del mismo color. Mientras que Aurora, pegaba en los cristales adornos navideños.

La ropa que estábamos apunto de vender era para temporadas de frío; se notaba que la navidad ya estaba cerca.

—¿Así esta bien? —pregunté dando golpes al cristal para llamar su atención.

—¡Perfecto! —respondió levantando su pulgar—. Ahora solo se debe de poner más cerca.

Desde afuera ella me daba las indicaciones de cómo debía ponerlo o en qué posición debía dejarlo; quedando a lado de otros maniquíes que usaban diferente ropa de invierno.

—¡Así está bien!

El centro comercial no tardaba en abrir y por lo que estaba observando: Aster, junto con esa chica Calhoun, estaban pasando a cada local para cerciorarse que las exhibiciones estuvieran listas para el público. Aurora se apresurará a entrar, dejando de poner pegatinas de muñecos de nieve en el cristal del aparador.

—Aquí viene —informó, dejando las pegatinas que le sobraron sobre el mostrador—. Recuerda darle los buenos días y llamarlo, señor Jasón.

Asentí con la cabeza al recibir sus indicaciones. Acomodo mi falda lo mejor que puedo, al ver que entran al local.

—Buenos días, señor. —dijimos al unisonó.

—¿Ya está listo todo lo que tienen que vender? —inquirió sin responder a nuestro saludo.

—Sí, señor. —respondió Aurora.

—¿Y los adornos?

—Ya estoy por terminar.

Aster junto con Calhoun entran a la tienda, mirando que todo estuviera en orden y limpio. Cuando terminan su inspección regresan con nosotras.

—Termina de colocar los adornos —ordenó mirando a Aurora—. Estamos por abrir.

—Sí, señor.

Aurora toma del mostrador las pegatinas y se acerca a la puerta para colocar las que le faltaron.

—Buenos días, Elsa.

No me da tiempo de responder: ya que se había dado la media vuelta y se había ido a la librería que estaba a lado de la tienda de ropa.

—Te dio los buenos días, eso es extraño en él. —dijo sin dejar de adornar la puerta.

—¿Por qué lo dices?

—Porqué él nunca le da los buenos días a nadie.

Mi entrecejo se frunce cuando ella me lo dice; no tenía mucho tiempo de conocer a Aster, pero él había sido muy amable conmigo, y no entendía porque era así de frío con las demás personas.

—Elsa, pásame la silla, por favor —Me apresuro a tomar la silla que estaba detrás del mostrador y llevarla hasta donde estaba mi compañera—. Gracias.

Retrocedo cuando ella se sube: ya que no quería ver debajo de su falda. Saca del bolsillo de su camisa un muérdago, colgándolo arriba de la puerta.

—¿Y eso para qué?

—Para que cuando alguna pareja entre, se besen y puedan usar de pretexto que había un muérdago encima de sus cabezas —explicó colgando el pequeño muérdago—. Así que, si ves a alguien que te guste, solo dile que entre y te avientas a sus brazos cuando este debajo de este milagroso muérdago y lo besas como si no hubiera una mañana.

Querida Elsa:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora