Aster

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«¡Vamos!, puedes hacerlo».

Inhalo una bocanada de aire y decidida entro a la tienda de ropa. Varias personas estaban adentro, comprando la ropa, probándosela o solo la miraban; casi todas las clientas eran mujeres y sí decía que había tres hombres, era demasiado.

—¿Puedo ayudarla en algo? —preguntó una chica rubia.

—Sí, me llamo, Elsa —expliqué extendiendo mi mano—. Y vengo por el empleo.

—¡Que bien! —Su mano estrecha ligeramente la mía—. Estas de suerte, tú eres la primera que ha venido por el puesto.

Sonrío al oír eso, tal vez si pueda conseguir este empleo después de todo.

—Sube al cuarto piso, ahí esta la oficina del dueño —dijo, soltando mi mano—. Él es el que se encarga de contratar nuevos empleados.

—¿El dueño? —Ella responde con un asentamiento de cabeza—. ¿Quieres decir qué veré al dueño de este centro comercial?

—Así es, aquí el que se encargada de contratar o de despedir a los empleados: es el señor, Jasón, el mismo dueño.

Al saber eso, mis esperanzas bajaron por completo: no creo que al dueño de este centro comercial le agrade el currículum de una chica que solo ha trabajado de camarera. Le agradezco a la chica y salgo del local para tomar el asesor e ir a donde ella me había dicho.

—Hola, buenas tarde, mi nombre es Elsa —Muerdo mi labio inferior al oír mi voz tan temblorosa y patética—. Hola, ¿qué tal?, mi nombre es Elsa.

Las puertas se abren, dejándome ver un pasillo solo, en donde solo se veían dos puertas, una en la parte izquierda y la otra al final del pasillo. Salgo del elevador, mirando a ambos lados y notando que la recepción se encontraba sola.

—¿Hola? —Me inclino hacia adelante para ver detrás del mostrador de mármol—. ¿Hay alguien?

Inquieta por no saber que hacer, muerdo mi labio inferior; miro hacia el pasillo, notando que la puerta que estaba al final de este estaba entra abierta. «Tal vez haya alguien dentro. Camino con pasos temblorosos hasta ella.

—¿Hola? —pregunté, dando ligeros golpes a la puerta—. Vengo por lo del empleo.

Escucho como unos tacones comienzan a hacer ruido al caminar, acercándose hasta abrirme la puerta. Dejándome ver a la chica del cabello rubio que iba el otro día con Aster. «¿Así qué ella es la dueña del centro comercial? No pero me habían dicho que era un tal Jasón».

—¿Qué se te ofrece?

Agacho mi cabeza al sentirme poca cosa frente a ella.

—Soy Elsa —digo, extendiendo mi mano—. Vengo por el trabajo.

—Calhoun —«Esa voz»—. Déjala pasar.

La rubia se hace a un lado, dejándome ver a Aster. Mi mano baja lentamente al verlo.

—Hola, fresita.

Me siento como una idiota al quedarme en el marco de la puerta con la boca y los ojos completamente abiertos: y todo por la impresión de verlo a él, sentado en el escritorio del que supuestamente es el dueño del centro comercial.

Su cuerpo luce un elegante traje negro, una camisa blanca y una corbata roja.

—¿Aster? —La pregunta sale por sí sola.

—Déjanos solos —Calhoun, lo fulmina con la mirada, antes de salir de la oficina y dejarnos completamente solos—. Siéntate —dijo indicándome con su cabeza una de las dos sillas que se encontraban frente a su escritorio.

Querida Elsa:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora