Amor perdido

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Aquellas mañanas felices en donde despertaba a lado de Jack han desaparecido, ya solo me queda el recuerdo de sus brazos envolviéndome, dándome de su calor. Miro el techo viendo esas pegatinas que brillaban en la oscuridad aún pegadas, viendo esa luna y estrellas que ahora estaban apagadas por culpa de los rayos de sol que entraban por mi ventana.

Era como volver al inicio: Una vez más estaba encerrada en mi habitación y sin querer darle la cara al chico que quería, miro hacia la silla que cuelga del techo viendo la ropa que había utilizado el día anterior, notando que entre los bolsillos de mi pantalón se asoma mi celular, recordando que ayer no dejaba de sonar obligándome una vez más a apagarlo cuando trataba de dormir y dejar de pensar en Jack.

Me levanto con pesadez de la cama y voy directo al baño, hago mis necesidades, lavo mis dientes y me ducho, saliendo totalmente limpia. Cierro la puerta detrás de mí para tener privacidad y poder vestirme con calma, tomando de mi maleta unos Jeans, una camiseta negra y colocar encima un cárdigan del mismo color, no me molesto en atar las agujetas de mis tenis, solo las guardo. Desenredo mi cabello sujetándolo en una alta coleta, no me maquillo y solo me quedo sentada sobre mi cama, esperando, esperándolo a él.

Parece que solo pasan unos pocos minutos cuando el sonido de la puerta me saca de mis pensamientos y me hace regresar a esa realidad donde debía pensar en el bien de mis seres queridos, no pasa mucho tiempo cuando unos golpes a mi puerta me hacen voltear a ver como la cabeza de mi madre se asoma.

—Jack, está aquí. Quiere verte.

Bajo de la litera y camino por el pasillo, mi madre se encarga de cerrar la puerta por mí, me quedo de pie antes de bajar las escaleras, volteando a ver a mi madre quien tenía toda la intención de acompañarme.

—Quiero hablar a solas con él.

—De acuerdo —dice en voz baja—. Estaré con John, en la habitación de Clayton.

—Mamá. —llamé, al verla darse la vuelta—. ¿Dónde está, Anna?

—Ella aún está dormida.

Asentí con mi cabeza, bajando finalmente esas escaleras. El pasillo está solo, camino y al entrar a la sala lo veo a él: Su cuerpo viste unos Jeans azules, una camisa de un azul más fuerte que llevaba abierta, dejándome ver la camiseta blanca que lleva debajo, notando también que traía puesta la cadena que le había regalado. Su cabeza está agachada sin notar mi presencia mientras está sentado en uno de los sofás.

—¿Querías hablar conmigo? —pregunté, cruzándome de brazos.

—Morita —Se levanta de un brinco del sillón, se queda allí, como si no pudiera moverse—. Sí, yo, tengo que aclararte todo. Es un malentendido, te puedo jurar que no es verdad, nada de lo que dijo.

—Jack, no importa —Volteo cerciorándome que nadie esté detrás escuchando nuestra conversación—. Tú vas a ser padre, y me alegra que vayas a tener un hijo, sé cuánto te gustan los niños.

—Sí, la obligación es con el bebé, no con la madre —Se acerca a mí con grandes zancadas, quedando frente a frente—. Elsa, no siento nada por Anna, quiero estar contigo, yo quiero que los dos cuidemos juntos a ese bebé.

Levanto mi cabeza para verlo con mi entrecejo fruncido.

—¿Qué?

—Elsa, no quiero terminar contigo por el bebé. Podemos cuidarlo cuando tenga que verlo, él entenderá que su madre y su padre, aunque no estén juntos lo van a amar. Lo que yo quiero es que estés a mi lado —Su mano la lleva a mi mejilla al decir eso último—. Los quiero a ambos conmigo.

Querida Elsa:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora