Él también me ama

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Mis manos comienzan a sudarme cuando estoy frente a la oficina de Aster. Calhoun no se encontraba y tal vez solo estaríamos él y yo; inhalo una gran bocana de aire antes de levantar mi mano hacia la puerta.

Mi mano se queda a unos centímetros de tocar la madera de la puerta antes de que alguien la abra, dejándome ver a esa chica Mavis: mi mirada la recorre de pies a cabeza, su cuerpo viste un elegante vestido negro que llega a sus rodillas, su respiración es agitada y puedo notar que sus labios están completamente rojos e hinchados.

Detrás de ella esta Aster, quien tapa sus labios con sus dedos —y aún así puedo notar que él tiene alrededor de su boca un lápiz labial negro—, su respiración es agitada como la de Mavis y el nudo de su corbata está desecho, su camisa esta arrugada y su cabello esta despeinado.

—Disculpa. —dijo Mavis.

Su cuerpo pasa a un lado del mío, saliendo de la oficina a toda velocidad

—¡Mavis! —llamó Aster, saliendo detrás de ella.

Mavis no lo mira: su cabeza esta agachada cuando Aster la toma del brazo, ambos hablan casi en susurro para que yo no los escuche.

«Creo que vine en un mal momento...»

Aster quita su mano del brazo de Mavis, y ella se apresura a apretar el botón del elevador varias veces hasta que las puertas por fin se abren frente a ellos. Ella entra con su cabeza agachada y dándonos la espalda.

Estos eran de los momentos más incómodos de toda mi vida.

Miro como Aster pasa una mano por su cabello y después voltea a verme a mí; por reflejo agacho mi cabeza cuando nuestras miradas se encuentran. Trago pesado cuando lo escucho caminar hacia mí con grandes zancadas.

—Entra. —ordenó al pasar frente a mí.

Hago lo que él me dice y me adentro a su oficina sin tan siquiera darme la molestia de cerrar la puerta detrás de mí. Aster se deja caer sobre uno de los sofás; podía notar que estaba totalmente distraído, parecía que esa chica Mavis, le afectaba mucho.

—Dime que quieres.

Dejo de mirarlo como idiota al oírlo, agachando mi cabeza y viendo hacia mis zapatos.

—Quería pedirle que mañana me diera el día libre —digo sin llamar su atención—: Sé que no tengo mucho tiempo trabajando aquí y que no debería estar pidiendo ese tipo de favores tan rápido, pero, mañana es la boda de mi madre y quisiera...

—Está bien —Me interrumpió—. Tómalo como tu descanso.

Lleva sus dedos índice y medio hacia sus labios, tocándolos suavemente. Su mirada esta fija en algún punto de la mesita que esta frente a él y no parece que se de cuenta que yo aún siga aquí.

—Gracias, señor.

Me doy la media vuelta. Cerrando la puerta a mis espaldas; no creo que él haya notado que me había ido ya que parecía que seguía pensando en esa chica Mavis.



Sin darme cuenta el día pasó volando y ahora me encontraba en la casa de mi madre. Ya tenía mi vestido puesto y ahora estaba alaciando mi cabello frente al espejo del baño.

—¡¿Dónde esta mis pendientes?! —preguntó mi madre, entrando al baño con solo una bata blanca para tapar su desnudo cuerpo—. ¡No los encuentro!

Dejo la alisadora en el lavabo para llevar mis manos a su hombro, haciendo que ella me mire.

—Ya los tienes puestos.

Querida Elsa:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora